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From: Gisela
Neumann
NUESTROS HIJOS NOS
ACUSARÁN
éste es el título de un video
documental del francés Jean-Paul Jaud, realizado con el apoyo de Canal + y WWF,
entre otros. El documental aborda una investigación de uno de los grandes temas
contemporáneos:
Qué contiene la comida que
ingerimos? Cómo se cultivan los productos alimenticios y de qué manera afectan a
nuestra salud? Qué nos venden?
Qué compramos?
En Francia, al igual que en todo el
mundo, el envenenamiento que producen los agroquímicos, generan estragos sobre
la salud humana.
Cómo impactarán los agroquímicos en
las nuevas generaciones? Qué efecto tendrá la comida que servimos en el pato de
nuestros hijos? Será como darles una panzada de pilas? O una ración de
pesticidas con forma de patitas de pollo?
No solo en las patitas de pollo, las
salchichas y los jugos saborizados late el lado oscuro de la industria
alimenticia.
También en las frutas y las hojas de
las verduras que crecen regadas de pesticidas. A éso se le suma la complicidad
con la indústria, la trampa de las etiquetas, la publicidad engañosa y el poder
de las grandes empresas que fabrican esos alimentos y hacen que lo que comemos
tenga de todo, menos lo que pensamos que estamos comiendo.
Cada bebé llega a este planeta con
mas de 300 sustancias químicas artificiales incorporadas, que no tienen porqué
habitar en su cuerpo.
Así, tras haber visto este demoledor
documental francés, que concluye con el testimonio de la madre de un chiquito
que contrajo leucemia como resultado de la ingesta de alimentos contaminados,
salimos a buscar lo que pasa por nuestras latitudes con este
tema.
Llamamos al doctor en biología, Raúl
Montenegro, presidente de la Fundación para la Defensa del Ambiente (FUNAM) y
Premio Nobel Alternativo, y esto nos cuenta:
En Argentina se unieron la
codicia sojera, el uso irracional de plaguicidas, las corporaciones que los
venden y la ausencia del Estado, para transformarnos en animalitos de
laboratorio. Somos un experimento perverso. Plaguicidas -glifosato, endosulfán y
2,4 D- se aplican a mansalva, con aviones y máquinas mosquito, incluso cerca de
viviendas, que tienen sus ventanas abiertas. En la mayor parte del país se
pulverizan los cultivos y la gente. Pero estos venenos llegan además a la mesa
de los consumidores, porque los mercados concentradores no controlan, y las
indústrias alimenticias, tampoco.
Como en Argentina no tenemos un
registro obligatorio de enfermedades, el experimento paga bien a sojeros,
arroceros, algodoneros y corporaciones.
Mientras aumentan los desmontes,
las superficies sembradas con transgénicos y el uso de plaguicidas, crece
también la epidemia de afectados. Pero al no haber registro, esa epidemia es tan
silenciosa, como letal.
La lucha contra los plaguicidas
y las corporaciones cae a veces en una trampa. Mientras se castiga a Monsanto o
Bayer (que ni se enteran del castigo) quedan sin control social dos organismos
clave: la CONABIA, que autoriza los cultivos transgénicos, y el SENASA, que
autoriza los plaguicidas. Hay que decirlo con todas las letras:
EN ARGENTINA
LA AGRICULTURA INDUSTRIAL Y LOS PLAGUICIDAS HAN CREADO UN EXPERIMENTO ABIERTO,
DONDE LAS ENORMES GANANCIAS TIENEN UN PRECIO ATROZ Y SILENCIOSO: LA PÉRDIDA DE
LA SALUD, LA PÉRDIDA DE VIDAS HUMANAS Y LA PÉRDIDA DE ECOSISTEMAS VITALES PARA
SOBREVIVIR!
publicado en INFORME HBA Nº 116 de
marzo del 2010 |