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Asunto: | [gap-argentina] Hoy se cumplen 65 años | Fecha: | Viernes, 6 de Agosto, 2010 20:04:58 (-0300) | Autor: | Monica Barbagallo <monica.barbagallo @.....com>
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Hiroshima y
Nagasaki
Recordar la
tragedia
La mayor vergüenza de la
humanidad.
Todavía reclama el Juicio por Crímenes de lesa humanidad de
los hacedores de ésta aberración - que hoy siguen amenazando al mundo
todo.
Hoy cada submarino lleva 4 bombas como ésta que una
destruyó una ciudad entera.
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Los días m |
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Los días más aterradores de la historia de Japón deben ser
recordados para que el mundo cobre conciencia de la amenaza bélica
nuclear.
| ás aterradores de la historia de
Japón deben ser recordados para que el mundo cobre conciencia de la amenaza
bélica nuclear.
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| Hiroshima: 8:15 a.m. del 6 de agosto de
1945 | |
El 6 de agosto de 1945, la ciudad japonesa de Hiroshima, situada en Honshu, la
isla principal del Japón, sufrió la devastación, hasta entonces desconocida, de
un ataque nuclear. Ese día, cerca de las siete de la mañana, los japoneses
detectaron la presencia de aeronaves estadunidenses dirigiéndose al sur del
archipiélago; una hora más tarde, los radares de Hiroshima revelaron la cercanía de tres aviones
enemigos. Las autoridades militares se tranquilizaron: tan pocos aviones no
podrían llevar a cabo un ataque aéreo masivo. Como medida precautoria, las
alarmas y radios de Hiroshima
emitieron una señal de alerta para que la población se dirigiera a los refugios
antiaéreos.
A las 8:15, el bombardero B-29, “Enola Gay”, al mando del
piloto Paul W. Tibblets, lanzó sobre Hiroshima a little boy, nombre
en clave de la bomba de uranio. Un ruido ensordecedor marcó el instante de la
explosión, seguido de un resplandor que iluminó el cielo. En minutos, una
columna de humo color gris-morado con un corazón de fuego (a una temperatura
aproximada de 4000º C) se convirtió en un gigantesco “hongo atómico” de poco más
de un kilómetro de altura. Uno de los tripulantes de “Enola Gay” describió la
visión que tuvo de ese momento, acerca del lugar que acaban de bombardear:
“parecía como si la lava cubriera toda la ciudad”.
Tokio, localizado a 700 kilómetros de distancia, perdió todo
contacto con Hiroshima: hubo
un silencio absoluto. El alto mando japonés envió una misión de reconocimiento
para informar sobre lo acontecido. Después de tres horas de vuelo, los enviados
no podían creer lo que veían: de Hiroshima sólo quedaba una enorme cicatriz en la
tierra, rodeada de fuego y humo. | |
Foto:Fuerza Aérea
Militar de Estados Unidos | |
Foto: Fuerza Aérea
Militar de Estados Unidos | |
Foto: FueANIVERSARIO
rHiroshima: el horror que cayó del
cielo
www.Clarin.com
El 6 de agosto de 1945, Estados
Unidos lanzó en Hiroshima, Japón, la primera bomba atómica de la historia contra
seres humanos. Un primer balance dijo que los muertos eran 140.000. El infierno
se repitió tres días después en Nagasaki. El proyecto bomba atómica, que contó
con un equipo de científicos de élite, costó la fantástica cifra para la época
de dos mil millones de dólares. Los protagonistas.
Julio
Algañaraz. Corresponsal en Roma, Italia
Eran alrededor de
ocho mil las chicas de las mejores escuelas secundarias que habían sido
convocadas en el centro de la ciudad para unos ejercicios de defensa
civil.
Como muchos de los 260.000 habitantes de Hiroshima que no habían
sido evacuados (la ciudad antes de la guerra tenía 400.000 habitantes), las
estudiantes miraron hacia el cielo con curiosidad para ver a esos tres
gigantescos aviones del enemigo que volaban a 9.000 metros de altura. Tres
aviones solos del demonio estadounidense no podían traer muchas
desgracias.
Habían hecho falta miles de bombarderos para reducir a
cenizas media Tokio y otras grandes metrópolis niponas, que ardían fácil porque
las viviendas japonesas eran construidas, sobre todo, con madera y papel. A las
8.36, hora de Hiroshima, llegó el Infierno. Little Boy (Pequeño Chico)
explotó a 580 metros de altura, 43 segundos después de que la bomba al uranio
235, con una potencia de 12.500 mil toneladas de TNT, fue desenganchada de la
panza del B-29 Enola Gay, como se llamaba la madre del coronel Paul
Warfield Tibbets, piloto comandante del más grande bombardero de aquella
época.
Pulverizadas
Muchas de las chicas fueron
pulverizadas por la primera bomba atómica de la historia empleada contra seres
humanos.
Dos meses después se hizo un balance de 140.000 muertos y
todavía hoy sigue muriendo gente de Hiroshima por las consecuencias de la
radiación que liberó Little Boy aquel 6 de agosto de 1945. Se cree que
más de 200 mil personas fueron inmoladas en Hiroshima.
Tres días después,
la historia se repitió en otra ciudad japonesa, Nagasaki, que tuvo la mala
suerte de ser elegida porque el tiempo era malo y nublado en Kokura, el objetivo
primario preferido por sus arsenales militares. La orden del alto comando
indicaba que Fat Man (hombre gordo), la bomba al plutonio que hizo
estallar el equivalente de 22.000 toneladas de TNT (ver recuadro), debía ser
arrojado en el centro urbano de las ciudades elegidas para la hecatombe atómica.
Kokura tuvo un Dios aparte y se salvó dos veces porque era el segundo objetivo
después de Hiroshima el 6 de agosto.
En Nagasaki falló la mira del
oficial apuntador, que, por fortuna, erró el blanco en 3 kilómetros. Los muertos
fueron sólo 72.000 en el primer balance, también porque las colinas de Kokura
amortiguaron la onda terrible de la explosión atómica. Pero la ración de
padecimientos fue también indescriptible para Nagasaki (se cree que hasta hoy
han muerto por la explosión y las radiaciones unas 120.000 personas), convertida
en gran parte en un desierto lleno de muertos quemados, asfixiados por la falta
de oxígeno o desollados por las radiaciones. La medida del horror se conoció
recién después de varios meses y años, cuando se alzaron las barreras y los
velos de la censura impuestos por el legendario general Douglas Mac Arthur,
gobernador con poderes casi absolutos durante la ocupación de EE.UU. a
Japón.
Las consecuencias fueron casi inimaginables: el estallido nuclear
produce el triple del daño de la explosión, una onda de calor que llega hasta 3
mil grados centígrados y radiaciones mortales inmediatas o a largo plazo. Tras
este segundo bombardeo y la amenaza de que la tercera bomba sería lanzada en una
Tokio ya semidestruida, Japón se rindió por decisión del emperador Hirohito el
15 de agosto de 1945. Miles de nipones se suicidaron por el deshonor.
Así
concluyó la Segunda Guerra Mundial y comenzó la Era Nuclear, la cual
sigue.
Proyecto Manhattan
Pero, en realidad, el hongo
atómico original que cambió de época histórica se elevó amenazador a unos diez
kilómetros de altura menos de un mes antes de las explosiones en Hiroshima y
Nagasaki. En la Jornada del Muerto, un lugar de nombre tan siniestro
como lo que ocurrió a las 5.31 de la madrugada del 16 de julio de 1945, culminó
con la primera explosión atómica de la historia la más gigantesca epopeya
científica y técnica que se recuerda: el Proyecto Manhattan.
En
el llamado Punto Cero, en la zona del desierto de Alamo Gordo, en el estado
norteamericano de Nueva México, había sido izada una bomba de dos toneladas que
adentro contenía uranio natural y enriquecido. Para construir la bomba, el
gobierno del presidente Franklin Delano Roosevelt, quién murió de un derrame
cerebral poco antes de la prueba atómica, había reunido a una buena parte de los
mejores físicos teóricos, químicos, matemáticos y técnicos del mundo, una tarea
que parecía imposible.
La primera explosión atómica era una prueba que
los científicos necesitaban porque algunos de ellos conjeturaban que la reacción
nuclear podía o no producirse o descontrolarse, quemando la atmósfera y poniendo
fin a la vida en el planeta Tierra.
Sólo un personaje, encarnación del
Mal Absoluto, podía hacer posible que tantos genios se juntaran para hacer
La Bomba, como entonces la llamaban. Su nombre: Adolf Hitler. El temor
de que un grupo de científicos alemanes estuviera por poner en manos del tirano
nazi semejante arma total, fue el mayor estímulo para empujar a Roosevelt a
comprender que EE.UU. debía realizar un fantástico esfuerzo económico,
industrial y científico-técnico para apoderarse primero de los secretos del
átomo.
Muchos de esos científicos eran europeos y judíos, perseguidos por
los nazis, que habían debido huir de sus países. Algunos de los pioneros del
Proyecto Manhattan eran húngaros. El verdadero padre de la bomba atómica era un
pequeño, cascarrabias, idealista y con simpatías socialistas, húngaro de familia
hebrea: Leo Szilard. Fue el primero que intuyó de golpe cuando paseaba por una
calle de Londres en los años 30 el fantástico y terrible poder de la fisión
atómica.
Szilard emigró a EE.UU. y cuando Hitler invadió Polonia y
comenzó la Segunda Guerra Mundial, en setiembre de 1939, el profesor comprendió
que la humanidad corría un serio peligro. Szilard era amigo de Albert Einstein,
el físico alemán que había descubierto la Teoría de la
Relatividad.
Considerado de un genio comparable sólo al de Leonardo Da
Vinci, Einstein ganó el Premio Nobel, pero debió huir de Europa porque era
hebreo, corrido por los nazis que durante la Segunda Guerra Mundial ultimaron en
la Shoá, el Holocausto, a seis millones de civiles inermes de toda Europa, cuya
única culpa era pertenecer al pueblo judío. Szilard habló con su amigo Einstein
y logró que el científico más influyente de EE.UU. escribiera una carta a
Roosevelt explicándole la necesidad de emprender con urgencia la carrera para
dominar la tecnología atómica.
Después de algunos titubeos, Roosevelt –un
genio de la política que gobernó a EE.UU. durante 13 años–, comprendió que si
Hitler ganaba la carrera nuclear podía también ganar la guerra y convertir en
cenizas a las grandes ciudades estadounidenses. El Presidente sabía que EE.UU.
entraría inevitablemente en guerra con el Eje Alemania nazi-Italia fascista-
Japón militarista. El arma atómica implicaba un problema moral espantoso, pero
lo importante en aquella época era contrastar el avance de Hitler y el
nazismo.
Roosevelt ordenó realizar el Proyecto Manhattan que fue puesto
en manos de un hombre providencial: el coronel de ingenieros militares Leslie
Groves, rápidamente promovido a general. Groves quedó abrumado al principio por
la vastedad de la misión, pero se puso a buscar, recorriendo las universidades
estadounidenses más prestigiosas, al hombre justo para dirigir la parte
científica del Proyecto Manhattan. Lo encontró en la Universidad de Berkeley, un
suburbio de San Francisco, en California.
El hombre del destino,
mellizo del general Groves en el Proyecto Manhattan, era un tipo
singular. Muy flaco, exótico, un físico teórico de alto nivel, de personalidad
dominadora, capaz de acaudillar a la gente. Era de izquierda, lo cual le costó
muy caro años después, y de origen judío alemán.
Robert Oppie
Oppenheimer, de él se trata, usaba sombreros de ala ancha, fumaba en pipa y
entendió en un instante lo que le contó Groves, quién lo defendió a capa y
espada aunque el FBI le presentó objeciones porque “es un personaje rodeado de
comunistas, activista en la propaganda en favor de los republicanos españoles”
en la guerra civil 1936-39. Es imposible aquí hacer la lista de grandes
científicos europeos y estadounidenses que participaron en la tarea de construir
lo más rápidamente posible la bomba atómica.
Un Premio
Nobel
Un nombre clave es el del italiano Enrico Fermi, premio Nobel
de Física, que había emigrado a EE.UU. debido a la persecución del fascismo
contra los judíos. Su bella mujer era una hebrea italiana, por lo que el peligro
de las represalias nazifascistas se extendían también a los hijos del
matrimonio.
Fermi creó el primer reactor en el que se hizo un experimento
de reacción controlada de la fisión en cadena del uranio, un aparato gigantesco
construido en la Universidad de Chicago, donde era profesor el gran físico
italiano. Era la primera vez en la historia que se lograba controlar la fisión y
el éxito de Enrico Fermi dio un notable impulso al Proyecto
Manhattan.
Oppenheimer conocía un lugar apartado, desértico, que le
gustaba para crear la ciudad secreta de la bomba atómica. Estaba cerca de Santa
Fe, Nuevo México. Allí había un colegio de pupilos en una meseta, bautizada de
inmediato La Colina por los científicos. Groves puso a trabajar al cuerpo de
ingenieros militares y en pocos meses, a principios de 1943, comenzaron a llegar
los científicos y sus colaboradores a los laboratorios de Los Alamos. La
Universidad de Harvard donó un reactor experimental construido en el extremo sur
de la meseta a 2.200 metros de altura donde estaba Trinity, como era
llamada en código la ciudad secreta que llegó a tener cuatro mil
habitantes.
Los Alamos es un nombre admirado y maldecido, porque es el
principal escenario en el que fue creada la bomba atómica. Sigue siendo un
centro importante de las investigaciones nucleares de EE.UU.
Fue
impresionante la velocidad con que se quemaron las etapas del Proyecto
Manhattan, que costó la fantástica cifra para la época de dos mil millones de
dólares. En tres lugares secretos en otros tantos Estados norteamericanos fueron
creadas ciudades plenas de gente, fábricas y laboratorios para producir el
uranio 235 y el plutonio –unos pocos kilos–, imprescindibles para hacer estallar
la bomba de fisión nuclear. Los militares y los servicios secretos lograron
ocultar a la opinión pública y, sobre todo, a los enemigos militares los avances
que, en medio de enormes dificultades y fracasos, lograron que decenas de
físicos teóricos, químicos y matemáticos, junto con ingenieros, técnicos y
obreros, descubrieran cómo hacer la bomba atómica. Los controles de seguridad
eran muy estrictos y el 90% de los que allí trabajaban no sabían cuál era el
objetivo de tantas investigaciones, tantos gastos y tantas máquinas e
instalaciones exóticas que se construían.
Finalmente, todo estuvo listo
en julio de 1945. Hitler se había suicidado y Alemania se había rendido a
principios de mayo. Leo Szilard y otros científicos quedaron horrorizados cuando
supieron que la bomba iba a ser destinada a los japoneses porque era necesario
acortar la guerra para evitar que medio millón de soldados estadounidenses
murieran durante la ocupación del territorio japonés.
Pero la campaña
para evitar la sentencia de muerte a Japón no tuvo éxito, aunque el principal
militar norteamericano, el general Dwight Eisenhower, comandante supremo en
Europa, se pronunció contra las inminentes masacres de Hiroshima y
Nagasaki.
La era nuclear
Entre los científicos que
trabajaron en Los Alamos se encontraba Edward Teller, primero amigo y después
adversario del pacifista Leo Szilard. Teller era también un judío húngaro
perseguido por los nazis como Szilard, pero no tenía escrúpulos de conciencia y
creía no en la bomba sino en la Súper Bomba a fusión de hidrógeno. Fue el padre
de la Bomba H, verdadera protagonista de la Era Nuclear, capaz de borrar a la
Humanidad del mapa con su capacidad destructiva de millones de toneladas de
dinamita.
Cuando llegó la era del maccartismo en EE.UU –un oleada de
enloquecido anticomunismo para uso interno, a comienzos de los 50 en la etapa
más dura de la Guerra Fría–, Teller estuvo entre los verdugos de Oppenheimer que
lanzaron sospechas de deslealtad comunista contra él, obligándolo al ostracismo
académico en California. Oppie fue reivindicado recién en los sesenta,
por los presidentes Kennedy y Johnson, cuando ya estaba enfermo del cáncer al
pulmón que lo abatió. En 1989-91 con la caída del Muro de Berlín y la disolución
de la Unión Soviética murió también la era de la Guerra Fría pero no la Era
Nuclear, que sigue siendo una amenaza concreta de devastación de la especie
humana y del Planeta.z
Hiroshima, el 6 de agosto de 1945. El
hongo que se formó cuando explotó la bomba atómica.
Científico y
notable espía
Estados Unidos dejó el
monopolio de la bomba atómica el 28 de agosto de 1948, cuando en una perdida
estepa asiática estalló el primer artefacto soviético. Los avances soviéticos
para gobernar la tecnología atómica recibieron una ayuda decisiva de la
información que mandó a Moscú el científico alemán Klaus Fuchs, un notable
espía.
Comunista desde muy joven, había huido en los años treinta a
Inglaterra y era ciudadano británico. Especialista en física cuántica, formó
parte del Proyecto Manhattan. Conoció sus más importantes secretos y los
Científico y notable espía trasmitió a la URSS. Fue detenido en 1950, pero
cumplió sólo 9 de los 14 años de prisión a que fue condenado. Murió viejo y
respetado en 1988 en la Alemania comunista.
Por la delación de agentes
soviéticos pasados a Occidente, el FBI descubrió una red de espías que tenía en
Fuchs a su personaje central. Julius y Ethel Rosemberg, un matrimonio de Nueva
York, fue acusado de formar parte de la red. Los Rosemberg fueron condenados a
muerte y murieron en la silla eléctrica en la prisión de Sing Sing el 19 de
junio de 1953. Siempre se proclamaron inocentes.
¿Qué es una
bomba atómica?
Un avión, la bomba, la
explosión, el hongo, la lluvia negra, la muerte, las mutilaciones y las secuelas
para las generaciones futuras. ¿Cómo fue posible tanto poder de destrucción en
Hiroshima y Nagasaki? ¿Por qué una masa de apenas 10 kilos pudo descargar una
potencia equivalente a 12.500 toneladas del poderoso explosivo químico
trinitrotolueno (TNT)? Para entenderlo, primero hay que saber que la materia
(una mesa, un perchero) está formada por átomos que tienen en su centro un
núcleo capaz de liberar, en ciertas condiciones, una determinada cantidad de
energía. Energía que se conoce como nuclear; de allí que las bombas atómicas
también reciban el nombre de nucleares. Esa energía que cada núcleo puede
liberar no es tan grande pero en cada gramo de materia puede haber millones y
millones de átomos.
En un solo gramo de uranio, por ejemplo, puede haber
tantos que deberían escribirse con un 3 seguido por 21 ceros. Lo que hicieron
los padres de la energía atómica fue investigar el modo de utilizar la energía
de esos núcleos (de uranio o de plutonio). Algunos lo hicieron a través de la
fisión, es decir del rompimiento de un núcleo en pedazos más livianos. Cada vez
que un núcleo de uranio se fisiona o divide se forman dos fragmentos de
aproximadamente la mitad de la masa original, más 2 ó 3 partículas llamadas
neutrones. Ese proceso de fisión ocurre de modo espontáneo.
Para
aprovechar la energía, en reactores o en bombas, se lanzan algunos neutrones que
rompen los núcleos de uranio y liberan energía. La bomba de Hiroshima, que tenía
uranio 235, fue construida como un modelo de cañón, es decir, tenía un mecanismo
de disparo para lanzar dos porciones de masa una con otra y provocar la
explosión. La de Nagasaki utilizó como combustible al plutonio 239 y tenía un
diseño más
elaborado.
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