En junio del 2008, en
pleno conflicto entre el Gobierno y la Mesa de Enlace, el presidente de Cargill
Argentina, Cristian Sicardi, fue a la embajada estadounidense a quejarse por lo
que él llamó “el flujo creciente de regulaciones para incrementar el control del
gobierno de Argentina sobre las exportaciones agrícolas”. La visita fue
sigilosa, acorde con los tiempos que corrían: salvo investigaciones aisladas,
las grandes firmas agroexportadoras estaban logrando ser, en público, el gran
ausente en el llamado “conflicto con el campo”.
Según un cable filtrado por Wikileaks
al que tuvo acceso Página/12, lo que más parecía molestar al empresario era su
falta de llegada al “círculo íntimo” de la presidenta argentina Cristina
Fernández de Kirchner.
La transnacional Cargill, a través de
su filial argentina, forma parte de un oligopolio que concentra la mayoría de
las exportaciones argentinas de granos.
“Sicardi explicó que el gobierno de
Argentina está dictando nuevas regulaciones casi a diario para incrementar el
control de las exportaciones agrícolas, con muchas regulaciones ilógicas. Está
preocupado no sólo por el daño a las operaciones de la compañía, sino por el
daño a largo y mediano plazo que el Gobierno le está causando al atacar al
altamente eficiente sector agrícola”, arranca el cable, que firma el entonces
embajador Earl Anthony Wayne. Conviene aclarar que en el lenguaje habitual del
diplomático, “altamente eficiente” significa, entre otras cosas, que al sector
le va muy bien.
El cable continúa con la queja por no
tener llegada a la Presidenta. “Sicardi expresó su frustración por la falta de
acceso para su empresa y otros grandes exportadores a las figuras clave del
Gobierno. Señaló que en el gobierno de Argentina las decisiones las toma un
grupo muy chico y cerrado, cerca de la presidenta Cristina Kirchner y su marido
Néstor Kirchner”, dice el despacho.
Y sigue con más frustración: “El
gobierno de Argentina está dictando nuevas regulaciones importantes sin consulta
previa, con las nuevas reglas siendo desarrolladas por personas que no entienden
el sector. Representantes de su sector han sido incapaces de reunirse con
contactos que tengan acceso a ese círculo íntimo y
limitado”.
A continuación el empresario pasó a
detallar las medidas que a su entender habrían perjudicado a Cargill, como el
achicamiento del período de embarque para evitar la especulación. Medidas como
cambios en el sistema de registro de exportaciones empezarían meses después de
la visita del empresario a la embajada.
Después de esta introducción, el
directivo llegó al nudo del asunto: la embajada tenía que hacer algo, pero no
podía nombrar a Cargill para no exponer su nombre en
público.
Es que los pulpos exportadores habían
sido los grandes ausentes públicos del conflicto entre el Gobierno y las cuatro
entidades de la Mesa de Enlace excepto, por ejemplo, para quienes analizaron
entonces la transferencia de ingresos dentro de la cadena productiva en favor de
las exportadoras.
Dos semanas antes de la visita del
empresario a la embajada, el periodista Raúl Dellatorre escribió en Página/12:
“Curioso y paradójico punto de llegada al que arriban las didácticas
explicaciones de los dirigentes. Pero para nada ingenuo ni absurdo: es la lógica
del planteo de los ruralistas desde que empezó el conflicto. Permanentemente han
atacado la parte que queda en manos del Estado (impuesto), pero jamás aluden a
la que se devora el comercializador que domina la mitad de la cadena, desde la
tranquera hasta el barco. El dueño de las plantas de acopio, de los puertos
privados, de los molinos y socio en la venta de fertilizantes y semillas. Tal es
el caso, en toda la cadena, de Cargill y, en algunos eslabones, de Bunge,
Dreyfus, Nidera y Aceitera General Deheza, grandes beneficiarios de la renta
agropecuaria”.
El presidente de Cargill Argentina le
pidió al embajador que ejerciera su poder de lobbing para que la crisis no
afectara finalmente las ganancias de las exportadoras.
“El prolongado paro granjero está
teniendo un fuerte impacto en la capacidad de Cargill para exportar (los grandes
exportadores están trabajando al 50 por ciento de su capacidad), pero las nuevas
regulaciones que se están dictando en medio del conflicto tendrán un impacto
negativo en el largo plazo”, dijo Sicardi según Wayne. También alertó en el
sentido de lo que definió cómo “el impasse” afectaría a largo plazo a la
economía argentina.
El presidente de Cargill argentina no
quería que se diera a conocer su preocupación por el bienestar de “la economía
argentina en general”. Wayne lo aclara: “No estaba dispuesto, sin embargo, para
que Cargill sea identificado como pidiéndole a Estados Unidos que intervenga”.
Eso se debía, según el embajador, a la “preocupación de que el gobierno de
Argentina terminase convirtiendo a la compañía en un blanco”, señala el
cable.
La respuesta del embajador seguramente
complació al empresario. “El embajador estuvo de acuerdo en elevar la
preocupación con funcionarios de alto nivel del Gobierno sobre el impacto
extendido de las nuevas regulaciones (sin mencionar específicamente a Cargill).
La naturaleza arbitraria de los nuevos requerimientos y el intento de cobrar
impuestos retroactivamente puede socavar seriamente la inversión futura de
empresas que están mirando a la Argentina, lo cual podría traer serias
consecuencias para el crecimiento del país”, le contestó Wayne, según el
cable.
El despacho no indica si Wayne cumplió
su promesa y ante quién lo hizo.
Además de la velada amenaza de no
promover inversiones en el país por las quejas de Cargill, el embajador le
sugirió al empresario que hiciera uso de un instrumento legal disponible. “El
embajador también señaló que el tratado de inversión bilateral les otorga
algunas garantías a las empresas estadounidenses”, dice el
texto.
En su comentario final, el embajador
ofreció su particular visión del conflicto con la entidades ruralistas, al
hablar, con lenguaje bélico, de “daño colateral”. Para Wayne, la economía
argentina estaba sufriendo. Más aún, las empresas estadounidenses con negocios
en el país estaban sufriendo. La causa era, según Wayne, la supuesta intención
del ex presidente Néstor Kirchner de “poner de rodillas” al sector agropecuario,
basada en la versión periodística, nunca comprobada, de que ésas habían sido las
palabras de Kirchner entre sus íntimos para explicar la insistencia en no ceder
ante los reclamos de los empresarios del agro.
Conviene citar textualmente el remate
del despacho de Wayne. “Comentario: el extendido impasse entre el sector
agrícola y el Gobierno amenaza con tener un impacto negativo a largo plazo en la
economía de Argentina y las compañías de Estados Unidos que operan aquí. La
intención del ex presidente Néstor Kirchner de ‘poner al sector de rodillas’ le
está infligiendo un daño colateral severo”, concluye el representante de
Washington.
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