La
oración:
Muchas personas hablan de la oración como si fuera una
obligación, como si fuera un trabajo que los cristianos fieles deben hacer.
Algunos dicen que se debe orar siete veces al día, o tres veces al día, o toda
la noche, o levantarse antes de que amanezca, o pasar por lo menos dos horas
al día orando, siguiendo el ejemplo de esta o aquella persona
famosa.
Yo creo que los cristianos
deben orar no por obligación, sino por necesidad. Después de todo, las
oraciones son pedidos. No hay un mandamiento bíblico que diga que debemos orar
por cierto tiempo o de cierta forma. No se nos dice que sigamos el ejemplo de
Cristo de orar toda la noche, o el ejemplo de Daniel de mirar hacia
Jerusalén.
Pero en toda la Escritura
se asume que el pueblo de Dios ora. No se nos dice que oremos por un tiempo
específico de tiempo, sino todo el tiempo (1 Tesalonicenses 5:17; Efesios
6:18). No se nos dice que nos arrodillemos, que nos paremos o que nos
acostemos en el piso cuando oramos. Al contrario, se nos dice que hagamos todo
mientras oramos (Filipenses 4:6).
¿Por qué tanta oración?
La oración es, en términos
sencillos, un pedido. Las palabras hebreas y griegas más comunes para
oración significan “pedir”. Cuando le pedimos algo a Dios, estamos
orando, y es correcto pedir. Pablo les dijo a los filipenses que pidieran lo
que quisieran (Filipenses 4:6).
Es por eso que debemos
orar. Debemos pedirle a Dios las cosas que necesitamos. Mientras mejor nos
conozcamos, nos daremos cuenta de que somos personas necesitadas. No podemos
hacer nada por nosotros mismos. Si queremos lograr algo que valga la pena,
debemos buscar la ayuda de Dios. La oración es un pedido de ayuda. Y ya que
nuestras necesidades nunca se acaban, nuestras oraciones nunca deben
cesar.
Dependamos de Dios
La confianza en nosotros
mismos es pecado. Es arrogante para nosotros, como pequeñas criaturas que
somos, pensar que podemos hacer lo que queremos, que podemos controlar nuestro
propio destino, que podemos decidir por nuestra cuenta lo que es bueno y lo
que es malo. La verdad es que los humanos no tienen la sabiduría ni el poder.
El universo existe solo porque Cristo lo sustenta con la palabra de su poder
(Hebreos 1:3). Existimos solo porque nuestro Creador suple para nuestras
necesidades (Hechos 14:17).
Al mismo tiempo (hablo por
experiencia), aun los creyentes a veces olvidamos que necesitamos a Dios
minuto a minuto, y quizá pasemos todo un día con quizá un pensamiento, quizá
una expresión de gratitud por lo que Dios está haciendo por nosotros. Él nos
sustenta aun cuando lo ignoramos.
Aun cuando enfrentamos
problemas, a veces luchamos incesantemente, tratando de resolver los problemas
con nuestra propia fuerza, con nuestras propias estrategias, en vez de
reconocer que las necesidades y los deseos deben compartirse con Dios en
oración (Filipenses 4:6). Actuamos como si todo dependiera de nosotros, cuando
todo realmente depende de Dios. Él conoce nuestras necesidades, y quiere que
confiemos en Él.
Agradecidamente, el
Espíritu Santo intercede por nosotros, especialmente cuando ni se nos ocurre
pedir a ayuda a Dios (Romanos 8:26-27). El Espíritu Santo interviene y nos
ayuda en formas que no conocemos. Cuando no oramos constantemente, el Espíritu
Santo interviene. Aun así, no podemos dejar toda oración al Espíritu Santo y
dejar que Él se encargue de toda comunicación mientras nosotros vivimos la
vida sin darnos cuenta de ello.
Tenemos que orar.
Estaremos más contentos, con menos tensión y más satisfechos si mantenemos en
mente que vivimos en la presencia de Dios, que en Él vivimos, nos movemos y
somos (Hechos 17:28).
Mientras más tengamos a
Dios presente en nuestras vidas, mejor será nuestro entendimiento de la vida,
ya que Dios es el cuadro de referencia que necesitamos. Cuando vemos la vida
en su contexto general, la vemos como es.
Todos sabemos que Dios no
es un genio que nos concede todos nuestros deseos. Porque nosotros no siempre
entendemos lo que realmente necesitamos. Quizá oremos para salir de una
prueba, pero Dios está usando esa prueba para enseñarnos algo mucho más
importante que la comodidad temporal.
Quizá oremos para que un
vecino venga a Cristo (y debemos tener este deseo), pero Dios sabe que este
quizá no es el mejor tiempo. Dios quizá quiere que seamos una parte más activa
en la vida de la persona.
Francamente, hay tantas
cosas que no están bien en este mundo que debemos tener muchos deseos, para
nosotros, para nuestras iglesias y para este mundo. Tenemos mucho de qué
orar.
La oración es un pedido de
ayuda. En la oración, admitimos que no somos autosuficientes, que no podemos
manejarlo todo por nuestra propia cuenta.
En la oración, reconocemos
que hay una relación entre Dios y nosotros, una relación en la cual Dios ha
prometido proveer para nuestras necesidades y bendecirnos en formas que Él
sabe que son mejor. La oración es un acto de adoración, ya que implica que
Dios tiene poder y que es fiable.
Gracias
Dios provee para nuestras
necesidades, y es apropiado para nosotros darle gracias por hacerlo. Cada
respiro es un don de Él. Toda la belleza de la naturaleza es un don de Él. La
maravillosa variedad de vistas, sonidos, olores y texturas es un don de Él.
Nuestras conversaciones con Dios deben incluir expresiones de gratitud al
igual que pedidos.
Cuando le damos gracias a
Dios, nos recordamos a nosotros mismos nuestro lugar en el universo, un lugar
de gran honor como objeto del afecto de Dios, y un lugar de dependencia en su
gracia. Dar gracias es una forma de conocer quiénes somos y por qué existimos.
Nos recuerda que el universo solo funciona mediante su
don.
Algunos preguntan: “Yo ya
sé eso. ¿Por qué tengo que seguir diciéndolo?” Yo creo que solo al decirlo
podemos recordarlo. Es demasiado fácil para nosotros pasar el día sin estar al
tanto de que la vida funciona mejor si la consideramos un don. Esto es apoyado
por mandamientos bíblicos sobre el ser agradecidos y de dar gracias a Dios
continuamente en nuestras oraciones (1 Tesalonicenses
5:17-18).
De igual forma, la Biblia
nos dice que oremos con persistencia, haciendo el mismo pedido una y otra vez.
Sabemos por fe que Dios nos escuchó la primera vez y Él conoce nuestro ardor
aun sin nuestra persistencia, así que yo concluyo que su mandamiento de que
seamos persistentes es para nuestro propio beneficio. Tenemos que decirnos a
nosotros mismos vez tras vez cuáles son los deseos de nuestro
corazón.
Esto no significa que la
oración es solo un medio de hablarnos a nosotros mismos, o de recordarnos
verdades abstractas. No, la Escritura nos asegura que la oración es una
conversación genuina con Dios. Nuestros pedidos realmente van al cielo, y son
escuchados y contestados por Dios. Nuestro agradecimiento realmente va a Dios.
Debemos verlo a Él en el cuadro general.
Tenemos gracias infinitas
para lo que Dios hace por nosotros día a día, gracias por las promesas que Él
ha hecho para nuestro futuro, y gracias por lo que ya ha hecho en Cristo para
asegurar ese futuro.
Nuestro agradecimiento por
Jesucristo naturalmente nos hace dedicarnos a la voluntad de Dios. Ávidamente
deseamos responder con dedicación fiel a Aquel que nos ama
tanto.
Nuestra existencia,
nuestro gozo, nuestros placeres, nuestra sanidad, todos dependen del favor de
Dios diario hacia nosotros mediante Jesucristo. Tenemos mucho por lo cual
estar agradecidos; por supuesto, todo lo que tenemos y esperamos tener es un
don por el cual debemos estar agradecidos.
Nuestro agradecimiento
debe incluir aprecio por quién Dios es, y aquí nuestras oraciones combinan las
gracias y la alabanza. Exaltamos su poder, su sabiduría, su misericordia, la
belleza de su amor. Lo alabamos por quién Él es, no solo por lo que nos da, ya
que en realidad Él se da a sí
mismo.