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Asunto: | [GAP] Nuestro Hogar y la sagrada relación. | Fecha: | Martes, 5 de Marzo, 2002 17:25:40 | Autor: | Andres Angel <andangel @.......com>
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Amigos de GAP.
Quisiera compartir unas reflexiones y sintetizarlas con la inquietud de
varias comunidades ciéntificas de todo el mundo.
La siguiente es una manifestación en conjunto realizada por la
comunidad científica internacional a las redes eclesiásticas y religiosas de
todo el mundo, acerca de la urgente necesidad de establecer una comisión
conjunta entre ciencia y religión, para destacar la enorme importancia de
preservar el medio ambiente o la biosfera terrestre. De aquí se puede
destacar el valor de los datos científicos y la relevancia que cobra la
ciencia en todas las cuestiones de la humanidad. El documento, escrito en
1990, ha obtenido una enorme aceptación por la comunidad religiosa y ha
contemplado una especie de fusión entre dos concepciones que históricamente
se han considerado antagónicas. Si el carácter de cientificidad está
empezando a ser aceptado por la religiosidad humana, entonces es justo que
al interés por lo noticioso lo haga también.
En la era de transición postomderna en que nos encontramos, es fácil
deducir de una manera más tangible respecto a interpretar los significados o
imágenes relacionados con nuestra fe y la deidad: El sentimiento femenino de
hombres y mujeres o lo que en la era cristiana se interpreta como la
devoción hacia una imagen femenina o hacia la virgen o “madre de Dios” es
igual a Nuestra Madre Tierra. Los indígenas americanos creen en un
“espíritu” dentro de su interpretación cosmogónica de la creación conocido
como Pasha Mama o Gahia ( aunque los griegos se referían de esta última
forma al planeta) y los abrigenes amricanos son , sin duda alguna, el grupo
étnico en que mejor simbiosis se encuentra con el medio ambiente.
El documento.
“La tierra es el lugar de nacimiento de nuestra especie y, por lo que hasta
ahora sabemos, nuestro único hogar. Cuando éramos pocos y teníamos una
tecnología débil, carecíamos de poder para influir en el ambiente de nuestro
mundo, pero ahora, de repente, casi sin que nadie lo haya advertido, nuestra
población se ha hecho inmensa cerca de (6300 millones actualmente) y nuestra
tecnología ha alcanzado poderes descomunales, aterradores incluso.
Voluntariamente o no, somos ya capaces de provocar cambios devastadores en
el entorno global, un medio ambiente al que nosotros y todos los demás seres
con quienes compartimos la Tierra estamos meticulosa y exquisitamente
adaptados.
Ahora nos vemos amenazados por alteraciones globales que evolucionan
rápidamente y de las que somos autores, cuyas consecuencias biológicas y
ecológicas a largo plazo por desgracia ignoramos: adelgazamiento de la capa
de ozono, protectora de luz ultravioleta del Sol, un calentamiento global
sin precedentes en los últimos 150 años, la desaparición de casi media
hectárea de bosque cada segundo, la extinción acelerada de especies y la
perspectiva de una guerra nuclear, química o biológica que ponga en peligro
a la mayoría de la población del planeta. Tal vez existan otros riesgos de
los que, en nuestra impericia, aun no somos conscientes. Todos y cada uno
representan una trampa dispuesta para la especie humana, una trampa tendida
por nosotros mismos. Por fundadas y excelsas ( o ingenuas y miopes) que
hayan sido las justificaciones de las actividades que trajeron tales
peligros, estas actividades amenazan ahora a nuestra especie y muchas otras.
Estamos a punto de cometer –muchos dirían que ya estamos cometiendo – lo que
en lenguaje religioso se califica a veces de “crímenes contra la creación”.
Por su misma naturaleza, estas agresiones al medio ambiente no han sido sólo
obra de un grupo político o de una generación. Intrínsecamente, son
multinacionales, multigeneracionales y transideológicas. También lo son
todas las soluciones concebibles. Para escapar de esta trampa hace falta una
perspectiva que englobe a los seres humanos del planeta y a las generaciones
futuras.
Desde el principio es preciso reconocer que unos problemas de tal magnitud
y unas soluciones que exigen una perspectiva tan amplia poseen una dimensión
tanto religiosa como científica. Conscientes de nuestra responsabilidad
común, nosotros los científicos- comprometidos muchos en la crisis medio
ambiental – apelamos urgentemente a la comunidad religiosa internacional
para que se consagre, en palabra y obra, y tan enérgicamente como se
requiere, a la preservación del medio ambiente de la tierra.
Algunos de los remedios a corto plazo de los peligros - como una mayor
eficiencia energética, la rápida prohibición de los clorofluorocarbonos o
una reducción modesta de los arsenales nucleares químicos o bacteriológicos
- resultan relativamente accesible y en alguna medida están ya en marcha;
pero otros enfoques más amplios, a más largo plazo y más eficaces tropezarán
por doquier con la inercia, el rechazo y la resistencia.
En esta categoría figuran el paso de una economía basada en los combustibles
fósiles a otras centradas en una energía no contaminante, la inversión
rápida y persistente de la carrera armamentista y una interrupción
voluntaria del crecimiento de la población mundial, sin cuya consecución
quedarán anulados muchos otros enfoque de la conservación del medio
ambiente.
Como en las cuestiones relativas a la paz, los Derechos Humanos y la
justicia social, las instituciones religiosas también pueden presentar aquí
una fuerza sólida que estimule iniciativas nacionales e internacionales,
tanto en el sector público como en el privado y en las diversa esferas del
comercio, la educación, la cultura y los medios de comunicación de masas.
La crisis ambiental requiere cambios radicales no solo en la política
oficial, sino también en la conducta individual. Los Antecedentes históricos
ponen de manifiesto que las enseñanzas, el ejemplo y la dirección religiosa
son muy capaces de influir en el comportamiento y en el compromiso personal.
Como científicos, muchos de nosotros tenemos experiencias profundas de
asombro y reverencia ante el universo. Entendemos que es más probable que
sea tratado con respeto aquello que se considera sagrado. Es preciso
infundir sacralidad en los esfuerzos por salvaguardar y respetar el medio
ambiente. Al mismo tiempo, se requiere un compromiso más amplio y profundo
de la ciencia y la tecnología. Si no comprendemos el problema, es improbable
que seamos capaces de solucionarlo. Tanto la religión como la ciencia
tienen, pues, un papel vital que desempeñar.
Sabemos que el bienestar de nuestro medio ambiente planetario es ya motivo
de profunda preocupación en concilios y congregaciones. Confiamos en que
este llamamiento alentará un espíritu de causa común y de acción conjunta
para contribuir a la preservación de la Tierra"
Andrés Angel
GAP Colombia.
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