Asunto: | [GAP] "El obrero de la esperanza" | Fecha: | Viernes, 1 de Noviembre, 2002 15:15:49 (-0600) | Autor: | RedLUZ/LUXWeb <redluz @...............mx>
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DESDE MADRID...
From: Koldo Aldai <koldo@...&, ; Date: Fri, 01 Nov 2002 13:11:05
+0800 To: RedIbéricadeLuz <redibericadeluz@...>
Queridas alianzas:
Cuanto acontece en Brasil es digno de un vistazo y consideración por parte
los servidores del mundo y trabajadores de la luz. Aquí van algunas
reflexiones. Siento que Brasil es una invitación a implicarnos más en
los asuntos sociales y políticos, a mojarnos más en la encarnación de
los principios universales en la tercera dimensión, de los valores
eternos en la materia.
La nueva era se está tejiendo con muchas agujas. Muchos seres
comprometidos con problemáticas sociales, con la gobernabilidad de las
naciones... están inaugurando un nuevo paradigma de fraternidad
humana, están en la primera fila de los instauradores del Plan aún sin
saberlo.
Venezuela y el III Encuentro de la Red Iberoamericana
<http://www.tercerencuentro.org> se presenta también como bordada
oportunidad para abundar colectivamente en todo esto.
Grande y fraterno abrazo : Koldo
* * * * * * * * * *
Madrid 1 de Noviembre de 2002
EL OBRERO DE LA ESPERANZA
Mira hacia atrás tan sólo para agradecer a los que trabajaron y suspiraron
por el país que pronto estrenarán. Sufrió pobredumbre y persecución y sin
embargo no hay concesión alguna al resentimiento. Leyó a Marx, lo suficiente
para saber que era preciso honrarle y olvidarle. Conoció la cárcel lo
suficiente para valorar la libertad y abrir la puerta a los pájaros
enjaulados de su balcón. Fue un reiterado perdedor, lo suficiente para
saborear merecida victoria, para administrar ahora sabia y eficazmente la
confianza en él depositada.
Incansable, perseverante, indoblegable, Luis Inácio Lula da Silva es ya el
futuro nuevo presidente de Brasil. Su mensaje de cambio y esperanza ha
calado hondo en el electorado brasileño. Su voluntad de integración y
concertación resulta revolucionaria en el ámbito de la izquierda
latinoamericana, inhabitual también en la política en general. Los duros
retos que ha atendido el obrero-presidente a lo largo de su vida, quedan
apocados ante el magno desafío que ahora asume desde la jefatura de gobierno
de un país tan prometedor, como lastrado por las lacras de la corrupción y
las grandes desigualdades.
Lula entierra el hacha de guerra de la izquierda y ello le abre puertas y
posibilidades. Habiendo sufrido en carne propia el oprobio de un sistema
tremendamente injusto, el acoso de la dictadura, habiendo padecido los
sinsabores de un sindicalismo en tiempos difíciles, no se engancha al
pasado, sino que vuelca toda su fe en el futuro. Ni un ápice de rencor en
sus alocuciones, mira para atrás lo imprescindible para observar que su
triunfo es la encarnación de viejos empeños colectivos. Sin atisbo de
revancha, vuelca hacia el pasado sólo para ofrendar su victoria a cuantos
lucharon y murieron por un mundo más justo.
Hay quien ve en el ex-metalúrgico de São Paulo el Mandela de América. Quizá
sea prematuro colgarle tan distinguido galardón, pero no cabe duda de que el
futuro nuevo presidente brasileño está en condiciones de inaugurar la ³nueva
era² que proclamó en la noche electoral. Esta ³nueva era² viene avalada por
los planes de choque contra la corrupción y de emergencia contra la pobreza
que ya se anuncian, pero además de esas imperiosas medidas, la ³nueva era²
de Luiz Inácio Lula da Silva viene marcada por la firme determinación de
construir país entre todos. La ³nueva era² del líder indiscutible del
Partido de los Trabajadores, es mercado y justicia social, es inevitable
competitividad, pero a la vez tres comidas diarias para todos los
brasileños, es control de la inflación, pero sobre todo superación de la
miseria en la que están postrada buen aparte de la población del país. La
³nueva era² de Lula en realidad se venía gestando décadas atrás, en largos
años de duro trabajo por la autoorganización de las clases populares, por la
toma de conciencia e iniciativa de los sectores más desfavorecidos, nunca
imponiendo dirigismos y estructuras piramidales. Y resulta que esas clases
maduraron, fueron tomando parcelas de poder en los ayuntamientos y en los
estados, hasta que un día se autofacultaron para tomar las riendas de la
gran política y pusieron a su carismático líder en el sillón de la nación.
Lula suscita simpatía por la sinceridad de su estilo, por la abierta
voluntad conciliadora, por el ³ritmo de alegre de samba² que quiere imprimir
a ese ³otro mundo posible². Este mandatario surgido de los más humildes
estratos sociales, está decidido a desarrollar Brasil con la participación
de todos los sectores y ya ha dado señales de ello, al incluir entre sus
principales cuadros y asesores a profesionales del mercado y a dirigentes de
otras formaciones.
No oculta su crítica al neoliberalismo, pero a la vez se compromete a pagar
la deudas del Estado. Para reflotar la más grande economía de América Latina
ya conspira junto a un mundo financiero, al que a la vez invita a construir
justicia social. El veterano líder obrero asumirá el 1º de Enero el gobierno
de una nación de 165 millones de habitantes, un macro-partido de la
izquierda tomará los resortes del poder y sin embargo las bolsas y los
mercados no tiemblan. Lula sale precisamente al encuentro de los que
sembraron el miedo por su eventual victoria. A muchos de ellos los ha
convencido con su quehacer honrado, voluntarioso y cordial, con los planes
de progreso social y económico que va concretando su equipo de bien
cualificados asesores. Alozio Mercadante, senador y asesor del hasta hace
poco candidato al gobierno, ha sido el principal artífice de una política
económica que empieza por el lema ³Hambre 0², pero que a la vez es capaz de
motivar al mundo de la empresa y las finanzas brasileñas.
El sindicalista curtido en décadas de lucha prepara los acuerdos con la
patronal y los conservadores, consciente de que el nuevo Brasil es proyecto
de todos. Sabe que su éxito radica en el arte de negociar y pactar. Lula es
consciente de que esa nueva suerte de patriotismo ligado al ideal y
bienestar común, es también la que puede frenar la constante fuga de
capitales.
Luiz Inácio Lula da Silva, no es sólo una esperanza para una izquierda
rígida y falta de perspectivas, sino para la política en general, no lo es
sólo para el hemisferio americano, sino para el mundo entero. Lula pertenece
a esa nueva casta de dirigentes que ha estrenado el milenio y que está
persuadida de que la nueva política ya no se hará nunca a la contra de los
adversarios, sino con los adversarios, mientras que ello sea posible.
Representa a esa nueva generación de mandatarios consciente de que la ³res
publica² es el arte de ganar con convicciones, de sumar y no dividir, de
saber incluso renunciar en determinadas circunstancias para poder avanzar en
unidad.
Este nuevo talante va superando el esquema de izquierdas y derechas. Sus
valedores surgen a un lado y a otro del tradicional eje, pero su común
denominador es precisamente el arte y empeño de unir culturas y tradiciones
políticas en torno a los grandes retos de futuro.
Lula, al igual que un Vicente Fox, ha comprendido de que la corrupción no
tiene derechas, ni izquierdas, que sólo unas arcas estatales más nutridas
puede cubrir las necesidades vitales de una nación, que sólo una reforma
fiscal profunda y eficaz puede redistribuir la riquezaŠ Ellos saben también
de la necesidad de reforzar los organismos internacionales como germen de
gobierno mundial, como única forma de evitar la polarización, el
unilateralismo y la fractura de civilizacionesŠ
Poco tiene que ver todo esto con el populismo con el que ya se ha tratado de
estigmatizar al obrero-presidente. El populismo medra en base a la
ignorancia y desinformación de las masas, pero se libra mucho de
promocionarlas, les lanza a cruzadas para despistarlas y entretenerlas, pero
no para emanciparlas. El populismo se fortalece en la confrontación, sin
embargo el verdadero objetivo de toda política de progreso es superarlo. He
ahí la diferencia entre un Chávez que parte al país en dos y un Lula que
trata de unirlo, pese a las grandes diferencias sociales existentes. Ambos
presidentes son en principio de izquierdas y sin embargo les separa mucho
más que el río más caudaloso del mundo.
Al norte del Amazonas el mandatario venezolano dispara toda la artillería
verbal contra sus opositores, al sur, el futuro presidente del Brasil trata
por todos los medios de ganárselos. Mientras que el líder bolivariano
alimenta el fuego de la división entre las clases, su futuro homólogo
estudia toda una estrategia de pactos con los poderes económicos y el resto
de las formaciones políticas. Chávez nos proporciona el ejemplo de cómo
también desde la izquierda se puede desvertebrar un país hasta hacerlo
ingobernable.
En los albores del tercer milenio una política de progreso no viene
definitivamente sancionada por un pedigrí de izquierdas, por una observancia
del doctrinario revolucionario al uso, sino por la capacidad de ganarse a
los diferentes sectores de un país en favor de una misma voluntad de
desarrollo humana, ética y ecológicamente sostenible. Se impone, por lo
tanto, reflexionar sobre la necesidad de comenzar a manejar otra clase de
mapas, de valerse de otro tipo de encuadre, pues lo que verdaderamente
encontramos en los más diversos escenarios políticos son polos de reacción e
inmovilismo y polos de renovación y de progreso. Estos polos de progreso
están integrados por los movimientos, componentes sociales y partidos que
precisamente han logrado superar las políticas sectarias.
Las revoluciones del futuro se juzgarán por la capacidad de integrar a una
comunidad, en este caso a una nación y ponerla a trabajar unida tras un
proyecto motivante de progreso. Eso es lo que ha hecho Lula y la gran
coalición que lidera el Partido de los Trabajadores. Han ido a las cámaras
de comercio, a las bolsas, a los círculos de empresariosŠ y les han dicho
que quieren contar con ellos, que no saquen el dinero fuera, que sigan
invirtiendo, que son absolutamente necesarios.
Al Partido de los Trabajadores no le sobrará la experiencia que ha ganado en
los últimos años en el gobierno de grandes ciudades. Lula sabe que afrontan
retos titánicos, que no podrán cambiar el país en cuatro días, que incluso
poderosos e impacientados sindicatos podrán llegar a organizar huelgas
contra ellosŠ, pero el futuro presidente es corredor de fondo y logrará
contagiar su optimismo, paciencia y constancia a la población. No en vano es
merecido depositario de ³una esperanza acumulada por muchos años²,
catalizador de un sueño de solidaridad y justicia social, del noble empeño
de construir un Brasil para todos. ³La esperanza venció al miedo² insistía
Lula al conocerse los resultados. Esta, ya se ha echado a rodar imparable
por la ancha geografía brasileña y no será fácil que se amedrante ante los
inevitables obstáculos del mañana.
Seguiremos con atención la aventura humana y política de Lula, del obrero
presidente que ha sido capaz de concitar tanta ilusión y apoyo en la
construcción de un mundo definitivamente diferente.
Koldo
www.portadorado.com
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