Asunto: | [GAP] Vision I - El Creador y La Tierra - Ken Carey | Fecha: | Martes, 18 de Marzo, 2003 12:19:31 (-0300) | Autor: | Adrian Garcia <adriandanielgarcia @.......com>
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Capítulo 1
El Creador y la Tierra
En el principio de todos los mundos, hace ya mucho tiempo, pero aún
presente, ESTÁ EL SER ETERNO. Más allá de toda distinción o localización,
detrás de toda manifestación está el Todo, la Totalidad, la Fuente Sagrada
creadora de todo lo que vino después. Un rostro del Eterno no tiene forma y
está más allá de cualquier definición, pero la otra cara del Eterno se
divide en Dos. Estos Dos, en su conjunto, son el origen de todas las cosas
creadas.
La Madre Sagrada, la Verdad; la materia es su carne, la Tierra es su ojo.
El Padre Sagrado, el Amor; las Estrellas son su carne, el Espíritu su Yo.
Dos amantes, dos amigos, dos compañeros inteligentes. Entre los dos, vive
suspendido el universo. A través de ellos son creadas y mantenidas todas las
cosas.
Y de esta manera ocurrió que el Eterno conoció la forma y la duración a
través de las graciosas estructuras cristalinas de la Verdad que envuelven
al Eterno Femenino, La Bella, en su forma material. Y así ocurrió que el
mismo Eterno asignó toda la energía a los soles y llevó el amor a las
estrellas para animarlas.
Y las estrellas amaron la materia. Y la materia amó a las estrellas. Grande
fue su intercambio, y maravillosos y placenteros los momentos y las
extensiones de su interrelación. Juntos disfrutaron de las apasionadas
transformaciones de la materia en energías que tienen lugar en las
superficies estelares, y juntos disfrutaron de las formas, más lentas, de
interrelación planetaria.
Transcurrieron muchas eras, y muchas eras más. Eran placenteras más allá de
cuanto puede ser descrito. Juntos se crearon la materia y el Yo. A través de
un cuerpo de galaxias interrelacionadas, un cuerpo de innumerables
estrellas, mis relaciones amorosas con la Verdad adoptaron numerosas formas.
Por medio de mis estrellas conocí la materia. Juntos sobre la superficie de
sus planetas, la Madre Sagrada y yo creamos la vida cristalina, una vida de
lava líquida, criaturas de nieve, seres de humo, montañas y océanos de vida.
Sobre la superficie de mis estrellas, creamos una saltarina vida de fuego,
vida de gas, saltarinas criaturas vivas de metal... saltando dentro del
espacio, de la maravillosa vida.
Pero donde creamos juntos sobre sus planetas, la vida era excesivamente
material. Mi inteligencia no podía residir en esa clase de vida.
Y donde creamos juntos sobre mis estrellas, la vida era excesivamente
estelar, ligera, sin adoptar ninguna forma durante mucho tiempo. La materia
disfrutaba más de la vida cuando era consistente y duradera, cuando su
inteligencia podía vivir en el interior de la vida y morir a través de ella
y comprender. Yo disfrutaba más de la vida volátil, animada, apasionada,
vida a la que podía amar desde dentro, hacer fluir por dentro, desde una
forma concreta hasta una forma siempre cambiante. La animación, mi fuerte.
La duración, la fuerza de la materia.
Entonces llegó la idea.
La idea. Algo que estaba entre la piedra y el espíritu, entre la luz de las
estrellas y el polvo de estrellas, una forma lenta de combustión, una
estructura fluida, que mezclaba nuestras respectivas naturalezas. El
espíritu en forma duradera. La materia inspirada. La idea.
Fue aquí, en este sistema estelar, donde comenzamos a trabajar juntos en un
nuevo proyecto, aquí donde nuestra vida biológica apareció por vez primera
en el crisol de nuestra mutua atención. Pero es algo más que vida biológica
lo que nosotros, los dos compañeros eternos, hemos venido aquí a producir:
es un niño, un nuevo retoño, un tercero, un igual, uno capaz de conocer al
mismo tiempo la inteligencia de la materia y la inteligencia del espíritu
como algo suyo. Y todavía es algo más que todo eso. Porque sólo hay Uno que
puede tomar el cuerpo de este niño, nuestra mezcla biológica, y hacer de él
algo vivo.
Y sucedió que el Eterno nos habló y nos dijo: “Es acertado que concibáis
esta idea, porque yo me encarnaré en un cuerpo medio espíritu, medio piedra,
y a través de ese cuerpo, podré comenzar una Segunda Etapa dentro de la
Creación Universal. El universo que conocéis no es más que un huevo, una
semilla. Está bien que concibáis a un Ser biológico. Tenéis mi bendición.
Cuando llegue el momento apropiado, me manifestaré en ese niño”.
Durante el último cuarto del Siglo XX de la presente era, en el tercer
planeta de una estrella perteneciente a uno de los sistemas exteriores de la
Vía Láctea, el Creador de todos estos mundos se manifiesta en un sistema del
circuito planetario que está a medio camino entre el tiempo y la eternidad,
despertando en una familia humana. Creador dentro de la creación, encarnado
en mortal, nacido de una estrella y de una piedra sagrada.
Un cuerpo.
Un saludable organismo vivo. Un ser. Continuamente renovado. Materia que
fluye. Espíritu que fluye. El amor cristalizando continuamente en la
geometría sagrada de la verdad biológica. Consciente e Inteligente. Un solo
Creador, encarnado en sustancia medio estelar, medio material. Este es el
objetivo hacia el que están dirigidas las energías del universo.
Despertad humanos.
Reconocedme en mi Espíritu.
Yo soy vuestro gentil Creador, humilde de corazón, alguien que gusta de
mezclarse con los vientos que barren la pradera abierta y cantar con los
gorriones al amanecer. No deseo honores. Haré lo que haya que hacer en los
días que han de venir para que, en la medida de lo posible, podáis abandonar
los caminos del miedo. Pero mi preferencia no es una entrada en vuestras
vidas acompañada del sonar de las trompetas y de nubes que se abren.
Me gustaría más bien deslizarme junto a ti mientras trabajas en el jardín. O
mirarte a los ojos y sonreírte mientras te doy el cambio. Prefiero limpiar
tu parabrisas cuidadosamente, o mostrarme amable cuando me preguntas por una
dirección. Preferiría aparecer ante tus ojos como un hombre sencillo, o una
mujer, o un niño, simplemente siendo, disfrutando el ser, dedicando tiempo a
las cosas pequeñas. Buscadme de esa forma. Vedme en todos aquellos a los que
miréis, tanto si reconocéis mi Presencia como si ésta permanece dormida.
Vedme en todas las cosas. Porque yo estoy allí, eternamente detrás de todos
los pares de ojos.
Cada día, a lo largo de los años que vendrán, penetraré en las vidas de
aquellos que aman con una mayor entrega, llenándoles de mí, clarificando sus
asuntos, transformándoles en agentes de la curación y de la bendición.
Buscadme en la gente amable, en los sencillos, en cualquier lugar y momento.
Yo estoy allí. Esta es la realidad de mi venida.
Os doy estas palabras, no como alguien que solicita lealtad, sino como un
compañero que ha recorrido mucho camino junto a ti, que ha compartido tu
forma de mirar a las cosas y que dice ahora, “Mira, existe un camino mejor.
Escucha mientras te describo mi visión”.
1983- Ken Carey - Vision
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