La paz de los hombres: “Nunca
pasa nada. Déjalo todo como está. Con los tiranos vivimos mejor porque no hace
falta pensar. Y con los terroristas... bueno, al fin y al cabo también son hijos
de Dios y hermanos nuestros”
Frente a la paz que predica el mundo (urdida
por las fuerzas oscuras para adormilar nuestras conciencias y hacernos pasar
como “buenos”), Jesús nos habló de otra: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no
os la doy como el mundo la da”. Porque la suya venía para liberarnos de esa
esclavitud en que viven los pacíficos, debido a su ignorancia. Él venía a
traernos la luz de la conciencia para que pudiéramos ver la verdad, pues solo la
verdad nos hará libres.
O sea, que la primera paz es aquella en que viven
los esclavos, y la segunda paz es aquella que se labran a sí mismos los
guerreros de luz. Por eso dijo: “No penséis que he venido para traer paz a
la tierra: no he venid para traer paz, sino espada- la espada del discernimiento
de espíritus- Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su
padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos
del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es
digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que
no toma su cruz (la espada, para separar de sí, con gran dolor, a los amores
falsos) y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida (la paz de
los hombres), la perderá; y el que pierde su vida (su paz) por causa de mí, la
hallará (hallará la paz del Señor)”.
Porque en esa lucha del guerrero de
luz, se puede perder hasta la vida física, como le pasó a Jesús, a algunos de
sus apóstoles, y a infinidad de sus seguidores. Pero siempre se pierde la vida
feliz que antes, en la ignorancia, se tenía; se pierde la paz ordenada por los
hombres cazadores de conciencias; y sobre todo, se pierden los amores falsos de
padres, madres, hermanos, e hijos (o amigos). Pues no todos llevan luz, y hay
que separarse de ellos, cortando con nuestra espada de luz, para que nos dejen
continuar nuestro camino.
Y esta verdad de que habla Jesús no se refiere
a algo que pertenezca a la inteligencia, sino al corazón. Se nos examinará sobre
el amor preguntándonos: “¿cuáles son tus amores?”, o “¿quiénes son tus amigos?”
Y aquí, Betty, no conviene decir: “Todos son mis amigos”, porque Jesús ya nos
advirtió:
“El que no está a mi favor, está en contra mía; y el que
conmigo no recoge, desparrama”. El que no está a favor de la luz- pues no la
lleva-, luchará siempre contra la luz, ¡es una ley universal! Por eso la
prudencia aconseja apartarse de ellos. Así pues, solo con la espada de luz y su
discernimiento es posible alcanzar la paz del Señor.
Pero mientras
tanto, tranquila, Betty, no hay porqué preocuparse, viviremos en la paz de los
hombres. ¿Te vale así? Al fin y al cabo, esto del pacifismo es la religión más
reciente y la más extendida por toda la tierra. Fíjate, por motivo de la guerra
del Irak, más del 90% de la población del globo se declara su más ferviente
seguidora. ¿Hay quién dé más? (Por eso yo me pregunto: ¿para qué me molestaré en
poner las lecciones de “El Arte de la Pacificación Espiritual”, de James Twyn,
si eso de la paz ya lo conocen hasta los niños de
teta?).
Antonio
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