Conclusiones
En lo relativo a la relación entre EE UU y Cuba hay que señalar que la
actuación de la Sección de Intereses en La Habana fue provocadora, pero de
ninguna manera la causante de las condenas y fusilamientos. Es lo que
Castro pretende que el mundo crea, y así lo dijo en su comparecencia
televisiva del 25 de abril cuando los achacó a "una conspiración urdida
por el Gobierno" de EE UU y "la mafia terrorista de Miami", a la par que
proclamó que "a las autoridades cubanas no se les puede atribuir
responsabilidad alguna". Para combatir las condenas prácticamente
universales, el régimen habla de los planes subversivos contra Cuba que
supuestamente trama la Administración Bush. Algunos "amigos de Cuba", que
firmaron cartas o hicieron declaraciones contra la ola represiva, han
denunciado el "peligro" que corre la Isla ante EE UU.
No es fácil lograr que razonen los creyentes extranjeros que ven a
Washington apuntando a Cuba ahora que Irak cayó. El unilateralismo de la
Administración y la retórica de sus ideólogos no conducen a la mesura. La
incontrovertible y obsesiva historia de cuanto hicieron las diferentes
administraciones estadounidenses por revertir la revolución, predispone a
muchos a creer cualquier cosa de Washington en relación con La Habana. De
nada sirve que Rumsfeld y Powell hayan dicho on the record que no
hay tales planes de agresión. Si bien no se puede afirmar tajantemente que
EE UU nunca intervendría en Cuba, hay que vivir en otro planeta para creer
que en estos momentos se trata de una posibilidad real. La lista de
desafíos del pos-Irak es larga y Cuba no figura en ella con prioridad
alguna.
Lo que está en duda no es una guerra contra Cuba, sino la cancelación
de las remesas y los vuelos directos. Sería fútil hacerlo, pues cuando lo
hizo Clinton después del derribo de las avionetas en 1996, los cubanos de
EE UU viajaban y enviaban remesas por terceros países sin que el peso de
la ley cayera sobre ellos. No obstante, se espera que el 20 de mayo
(cuando se conmemora la fundación de la república), la Administración Bush
anuncie algunos cambios para sancionar a Cuba por las condenas y los
fusilamientos. Lo inteligente sería no hacer nada y dejar que sean otros
países los que se encarguen —cosa que ya ocurre— de lidiar con Cuba.
Algunos en Washington, fuera del Gobierno, han sugerido que lo realmente
ingenioso sería concertar una política con la Unión Europea y América
Latina para que EE UU levante el embargo y ellos apliquen presiones
agresivas en favor de la transición. La audacia radicaría en forjar una
política que efectivamente demuestre un compromiso militante y casi
intransigente del mundo occidental con la democratización de Cuba. Si a
medio plazo tal política se lograra, daría el tiro de gracia al mito
revolucionario y desnudaría en plena luz del día la dictadura que azota a
Cuba.
Ante cualquiera de las alternativas posibles —no hacer nada, recrudecer
algunas medidas o concertar una política osada con la UE y América Latina—
EE UU debe mantener la calma. La situación interna en Cuba es tal que
Castro bien pudiera provocar un enfrentamiento por medio de una crisis
migratoria o de algún otro suceso difícil de prevenir. Nunca se debe
perder de vista que un final tremebundo no es ajeno a su psicología ni a
la manera en que ha ejercido el poder durante 45 años, en particular si se
viera realmente arrinconado. |