Asunto: | [MESHIKO] Vamos a hablar de dinero / Jesús Arboleya Cervera | Fecha: | Viernes, 12 de Septiembre, 2003 14:03:30 (-0500) | Autor: | RedLUZ/LUXWeb <redluz @...............mx>
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From: Pedro Gellert <mmsc2002@...>
Date: Fri, 12 Sep 2003 10:28:27 -0500
To: mmsc2002@...
Subject: Vamos a hablar de dinero
VAMOS A HABLAR DE DINERO
Por Jesús Arboleya Cervera
La administración Bush acaba de responder a los reclamos de la extrema
derecha cubano-americana respecto a Cuba. Las medidas tomadas no reflejan
un cambio significativo en la política existente, sino que están destinadas
a aplacar las reacciones que provocó en este sector la devolución a Cuba de
los secuestradores de una embarcación comercial marítima y a reconstruir sus
relaciones con la maquinaria política miamense, con vistas a las elecciones
del próximo año. La acción se resume en repartir un poco más de dinero a la
“industria del mal”, como gusta llamar Francisco Aruca a los
fundamentalistas de Miami.
Aunque voceros de la Casa Blanca descartaron la posibilidad de cancelar los
acuerdos migratorios, se trató de satisfacer el resto de los reclamos. A
bombo y platillo anunció la implantación de un nuevo sistema de
transmisiones por satélite para Radio y TV Martí, los fiscales federales
procedieron al enjuiciamiento en los tribunales de Miami de un general y dos
pilotos cubanos a quienes se acusa del derribo de dos naves que violaron el
espacio aéreo de Cuba en 1996 y dejó claro que continuará brindando apoyo
económico y político a la oposición dentro de la isla.
El proyecto de transmisiones hacia Cuba existe hace casi tres décadas y en
los últimos años viene costando más de 20 millones de dólares anuales a los
contribuyentes norteamericanos. Sus programas no pueden verse ni escucharse
en Cuba, pero la hipoteca sirve para mantener a una pléyade de vividores en
Miami y para que los políticos locales repartan prebendas a su costa. La
ecuación es bien sencilla: quien controle el proyecto dispone de 20 millones
para “hacer política”.
La nueva ampliación consiste en alquilar una frecuencia a Hispasat, una
cadena española de transmisión por satélite dirigida a América Latina. Según
los siempre dudosos cálculos matemáticos de los dirigentes del programa de
transmisiones, 10 000 hogares cubanos poseen este recurso. Suponiendo que
todos escojan los misteriosos programas de televisión Martí o conviertan sus
telerreceptores en radios para “encantarse” con la transmisión radial al
estilo sagüesero, apenas estarían accediendo al 0.5 % de los televidentes
cubanos. Dicho de otra manera, con un máximo posible de audiencia, el
acceso a cada televisor costaría al proyecto más de dos mil dólares.
No se trata solo de números, ya que presentar a Radio y TV Martí como un
símbolo de las virtudes del modelo democrático que Estados Unidos aspira
imponer en Cuba, solo sirve para demostrar las aberraciones de esta
política. El hecho de que bajo control gubernamental existan órganos de tal
naturaleza pone a flote las incongruencias del sistema norteamericano, ya
que buena parte del Congreso, la opinión pública, organismos profesionales y
las propias instituciones gubernamentales encargadas de la revisión de estas
empresas se han cansado de condenar sus irregularidades y demostrar su falta
de seriedad informativa. Más que la fortaleza del lobby cubano-americano,
Radio y TV Martí constituyen una muestra de la debilidad del régimen
estadounidense para combatir sus propias imperfecciones.
Otra fuente de ingreso para “la industria del mal” lo constituye el apoyo a
la llamada disidencia interna en Cuba. Los aportes reconocidos por el
gobierno suman casi 30 millones de dólares en los últimos años; pero incluso
partiendo de las pruebas presentadas por la fiscalía cubana contra algunos
opositores encarcelados recientemente, las sumas que recibieron son
ridículas en comparación con este monto. El grueso se queda en Miami, y de
ello se apropian aquellos supuestos a servir de canal para ingresar el
dinero en Cuba. A decir verdad, esta guerra sería mucho más barata sin estos
intermediarios.
Por último está la compensación por el fracaso y las triquiñuelas jurídicas.
El caso de las famosas avionetas ocurrió hace 7 años. Los pilotos de
Hermanos al Rescate violaron reiteradamente el espacio aéreo cubano. El
gobierno norteamericano fue advertido de los riesgos y supuestamente también
alertó a los violadores, pero aún así permitió que continuaran con sus
peligrosas aventuras. El propio José Basulto, jefe del grupo, ha declarado
su juego: esperaba la protección de la fuerza aérea norteamericana y, en el
mejor de los casos, un enfrentamiento entre las naves de los dos países. Lo
que falló fue que no se desencadenó la guerra como resultado de sus
“pacíficos” vuelos sobre el malecón habanero.
Ni siquiera los fatídicos acontecimientos del 11 de septiembre del 2001 han
persuadido al gobierno norteamericano de rectificar su posición ante tales
prácticas. Los procesos contra militares cubanos acusados del derribo de
estas naves constituyen un demagógico premio de consolación para los que
pretendían que la persona juzgada fuera el presidente Fidel Castro. Hasta
los fiscales reconocen la falta de legalidad en uno u otro caso, pero la
arbitrariedad originada en intereses electorales ha sido la norma del
gobierno norteamericano respecto a Cuba.
Jamás Estados Unidos hubiese permitido una violación de tal naturaleza y
ningún organismo internacional ha condenado a Cuba por defender su espacio
aéreo. A pesar de las presiones norteamericanas, no lo hizo el Consejo de
Seguridad de la ONU ni la Organización Internacional para la Aviación Civil.
Sólo los tribunales de La Florida, haciendo uso de facultades que ningún
derecho internacional les concede, han considerado un crimen el incidente y
actuado a sabiendas de que el gobierno cubano no puede defenderse, ya que
hacerlo sería reconocer atribuciones extraterritoriales a los tribunales
floridanos.
Este arbitrario criterio legal sirvió de excusa para condenar a cadena
perpetua por homicidio a Gerardo Hernández, un cubano infiltrado en los
grupos exiliados de Miami. Hasta los fiscales del caso reconocieron no
contar con pruebas para fundamentar el caso y aún así el jurado falló en
contra del acusado. También ha servido para entregar sumas millonarias como
indemnización a los familiares de los violadores derribados.
Se ha llegado al absurdo de condenar al gobierno cubano por los “daños
psicológicos” sufridos por una mujer que llegó a casarse con un supuesto
agente de Cuba. Ella es la que se queda con cuanta nave secuestrada llega a
ese país y las pone en subasta, como si vender aviones secuestrados
constituya el único consuelo para su mal de amores.
Basulto también recibió millones por daños psicológicos. Aunque el remedio
es el mismo sus tormentos son distintos. Me gustaría creer que provienen
del remordimiento que provoca a cualquier persona normal sentirse
responsable de la muerte de otros.
El gobierno de Estados Unidos conoce el destino del dinero de la guerra
contra Cuba y hace el juego a la farsa. Se trata de una inversión en las
elecciones floridanas, la cual recupera con creces mediante votos y
contribuciones para las campañas políticas, por eso se hace el de la vista
gorda y aumenta la cifra cada vez que se arma el pataleo. La cosa funciona.
Seguro serán menos los que critiquen al presidente Bush en los próximos
días. Una vez más, el hombre acaba de demostrar su compromiso con el futuro
de Cuba.
Jesús Arboleya es Dr. en Ciencias Históricas y Profesor Adjunto de la
Universidad de La Habana. Ha publicado varios libros sobre el tema de la
emigración cubana.
tomado de la página web de Radio Progreso-Miami:
http://www.rprogreso.com/
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