OBLIGADA CONFLUENCIA POLÍTICA EN
MÉXICO
Camilo Estrada
Luviano
Los mexicanos, lo mismo que cualquier otro pueblo,
tenemos que “pagar nuestra historia”, es decir, lo que tenemos que disfrutar,
soportar o construir nos es legado por el devenir de nosotros mismos, como
pueblo. Ciertamente la humanidad es una sola, sin embargo, en el transcurrir del
tiempo, esta humanidad se ha dividido con mucha frecuencia por muy diferentes
razones, pero esa constante división es la que ha hecho que la humanidad toda se
encuentre repartida entre diferentes países aunque dentro de ellos convivan
diferentes pueblos o etnias, -como está de moda nombrarlas hoy, si se refieren a
los países pobres o nacionalidades, si se refieren a los países supuestamente
ricos-. México es el país que conocemos, porque los gringos decidieron, después
de la invasión de 1847, anexarse poco más de la mitad del territorio
novohispano, hacía poco independizado, -en 1821-, y que se había declarado país
libre de España proclamándose Nación soberana, sin ninguna dependencia de su
Metrópoli. Si se anexaron lo que quisieron fue precisamente por eso. Este
despojo fue posible, porque una cosa era declarar la independencia y otra el
defender el territorio que había sido colonia hispana, en donde convivían, por
la fuerza, diferentes pueblos aglutinados en una colonia española. Los yanquis
empezaron su expansión primeramente hacia su sur independizando Texas, previa
silenciosa invasión de colonos yanquis, y con el pretexto de diferencias de
ubicación de las fronteras entre la “República” texana y México, los poderosos y
asesinos gringos llegaron hasta la ciudad de México donde tuvieron que tomar
casa por casa..
Este es un episodio que en la “historia sagrada” de México se describe
como vergonzoso, pero la cruda realidad es que no se había formado aún un
verdadero país con un gobierno que unificara a la población del territorio ni
existía aún ningún sentimiento de identidad entre los diferentes pueblos, recién
independizados por los criollos, que empezaron a sentirse americanos, -como
decía Miguel Hidalgo-, “Padre de la Patria”.
Fue hasta la segunda mitad del siglo XIX cuando se
da la lucha por el triunfo de una vía u otra de desarrollo capitalista. Esta es
la guerra entre Liberales y Conservadores la cual ganaron los Liberales con
Benito Juárez como líder, después de la derrotar a los invasores franceses y
fusilando al Emperador impuesto por los Conservadores, con el apoyo de Napoleón
III, el pobre de Maximiliano de Habsburgo quien quizá era más liberal que el
mismo Benito Juárez, pero que nunca dejó de ser un aristócrata europeo que vino
a “civilizar” a unos pobres indios. Pero en el casi recién nacido México vivían
no sólo indios, sino que pasando sobre ellos, el capitalismo se iba ido abriendo
camino poco a poco, por lo que los juaristas estaban convencidos que el
desarrollo del país sería más rápido acabando con todos los fueros heredados de
la Colonia que todavía pervivían. Tan acertada era esta conclusión que el mismo
Benito Juárez, era un indio zapoteca que aprendió la lengua castellana hasta la
edad de los 12 años; y esto no fue ningún obstáculo para acabar con los fueros
clericales desamortizando los bienes de la iglesia. Sólo que se le “olvidó” que
los indios, entre ellos su propio pueblo, poseían tierras comunales que también
fueron afectadas por estas leyes que no destruían toda la formación
económicosocial de la Colonia, sino solamente la adecuaba a las nuevas
condiciones históricas.
Este período, -por lo dicho
anteriormente, es conocido como La Reforma-, abolió los fueros, llevó a cabo la
desarmotización de todos los bienes de las comunidades religiosas, -pero también
de las comunidades indígenas-, e inició el desarrollo capitalista respondiendo a
los intereses de gran capital europeo para lo que fue necesario imponer una
dictadura férrea, muy eficaz para garantizar la paz social. Esta paz de los
sepulcros es la que se conoce como la paz porfiriana.
Al destruir el entramado social, construido e
impuesto por los españoles, se empezó, entre otras muchas cosas, de una manera
sistemática, pero muy bien disfrazada, la destrucción de los pueblos indios que
con sus comunidades. Esta forma de vida les habían permitido sobrevivir durante
más de 300 años de colonialismo español gracias a que “vivieron” en la absoluta
miseria, pero eran “necesarios” como, primero tributarios, es decir, pagadores
de impuestos al rey español, y luego siguieron siendo indispensables a los
nuevos poderosos: en un principio los criollos, luego los cuarterones y después
los mestizos, grupos que paulatina pero de manera constante fueron creciendo,
tanto en número como en poderío económico. Obviamente, los indios y otros grupos
sociales económicamente aplastados o, en el mejor de los casos, subordinados, se
rebelaron iniciando así una guerra civil que en los libros escolares de Historia
y algunos “historiadores” conocen como Revolución Mexicana. Esta rebelión la
tuvo que enfrentar el dictador Porfirio Díaz que ya llevaba más de 30 años en la
presidencia de la República.
Esto significa que la Revolución Mexicana, de
revolución nada más tuvo el nombre, porque no fue ninguna revolución, sino una
lucha entre los capitalistas del norte del país que deseaban tener un modelo de
desarrollo más dinámico y los capitalistas que más se beneficiaban con el
porfiriato. Pero una vez desatada la guerra se sublevaron también los indios,
que desde las Leyes de Reforma habían sido despojados de sus tierras, unos, y
aquellos que aunque todavía conservaban su Comunidad sus tierras
sistemáticamente se las estaban apropiando los grandes terratenientes. También
los “rancheros” que no eran comuneros sufrían despojos y abusos de los
terratenientes, -igual que, de hecho, todos los indígenas-, y, obviamente
también entraron en “la bola”, como se conoce a los rebeldes. A “la
bola” le entraron casi todos, porque, realmente sólo un pequeño grupo de
incondicionales de la Dictadura era el beneficiado, los conocidos como Los
Científicos.
Porfirio Díaz renunció a unos cuantos
meses de haber comenzado “la bola”, es decir, la “Revolución Mexicana”,
sin embargo, después de más de 30 años de cruenta guerra civil, después de la
traición y del asesinato de Madero y Pino Suárez por el chacal Victoriano
Huerta, terminan triunfando los Constitucionalista liderados por Venustiano
Carranza, antiguo gobernador porfirista.
Sin embargo, después de este triunfo, la guerra
entre los caudillos revolucionarios continuó, aunque los negocios capitalistas
nunca dejaron de hacerse; y aunque la bandera maderista, con la que se inició la
Revolución Mexicana, fue Sufragio Efectivo, No Reelección, el
General Álvaro Obregón se reeligió, pero fue asesinado por un católico fanático,
antes de asumir la Presidencia de la República. Así fue como se impuso la
necesidad de formar un partido político para que los caudillos dirimieran sus
diferencias no a balazos, sino hablando... y así se hizo. Este es el partido
político es el que con el tiempo fue el llamado Partido Revolucionario
Institucional, (PRI), cuyos dirigentes estuvieron a la cabeza del gobierno
durante más de 70 años, desde su
fundación hasta el año
2000.
Por supuesto la oposición a los nuevos
gobernantes no ha cesado nunca, no sólo de parte de los explotados y oprimidos,
sino también de los mismos capitalistas, y cuando la Revolución avanzó “más de
lo conveniente” en las conquistas sociales, según estos capitalistas opositores
a los “Regímenes de la Revolución” que fue precisamente en el sexenio del
General Lázaro Cárdenas, forman el Partido Acción Nacional, (PAN). Está de más
decir qué jaez de partido es este partido político desde sus orígenes. Este PAN
es el que logró el triunfo electoral en el año 2000. Pero todos los mexicanos no
panistas sabemos que si triunfó el PAN fue porque el PRI lo permitió. El PRI
tenía décadas en el gobierno, pero el poder, en México siempre lo han tenido los
capitalistas desde el siglo XIX, y éstos, según sus intereses, convicciones,
historia familiar, etc., siempre han militado en uno u otro partido, así el
hecho de que ganara las elecciones presidenciales Vicente Fox y Quesada no era
ninguna tragedia. Al sistema no le pasaría nada, la política económica priísta,
el neoliberalismo, seguiría aplicándose y hasta con más celeridad y
profundizándose a pesar de sus muy evidentes fracasos, porque los panistas nunca
han tenido ligas con los muertos-de-hambre a menos que fueran “mochos”,
plastilina muy moldeable con los “choros” de la religión católica. En
cambio el PRI venía arrastrando un lastre muy pesado como era el responderle a
aquellos que participaron en “la bola” pero que no son capitalistas. Esta
obligada confluencia, económica, por supuesto, es la que hace que coincidan el
PRI con el PAN y así forman el PRIAN.
Razones semejantes producen, en ocasiones, la
coincidencia del PAN con el PRD, (Partido de la Revolución Democrática), pero
esta confluencia, aunque obligada, deja muy mal parados a los “revolucionarios
democráticos” que militan en dicho partido político.
¿O sería mejor llamarle partida en vez de
partido?
1° de Enero de
2004