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Más allá del clima, hay enormes diferencias entre Finlandia y México. Para empezar, tiene tantos habitantes como el estado de Puebla. Si contamos sólo a los menores de quince años, hay dos veces más poblanos que finlandeses. Ellos alcanzan un PIB per cápita tres veces mayor que el nuestro y también gastan tres veces más en cada estudiante de secundaria.
Una de las diferencias más impresionantes es el desempeño del sistema educativo. Las evaluaciones PISA que la OCDE lleva a cabo sobre el aprendizaje de competencias en lectura, matemáticas y ciencias sitúan cada vez a Finlandia en los primeros lugares, mientras que México siempre queda entre los de la cola.
Aceptando todas las diferencias, algo se podría aprender de los sistemas educativos que sí funcionan. En Finlandia tienen claro, por ejemplo, que la calidad de un sistema educativo nunca será mayor que la calidad de sus maestros. Allá
los maestros se encuentran entre los más importantes profesionistas y son vistos como auténticos expertos en educación. Los mecanismos de selección son claros y exigentes: un aspirante a profesor debe tener tres años de experiencia como ayudante antes de iniciar formalmente sus estudios y debe haber cursado una maestría antes de buscar una plaza.
Los finlandeses están seguros de que la única forma de alcanzar buenos resultados en el sistema educativo es que cada uno de los alumnos alcance buenos resultados. Por tanto, todos tienen las mismas oportunidades. No importa tanto a qué escuela va a un niño ni lo lejos que quede de la zona metropolitana de Helsinki: la diferencia entre una escuela y otra es insignificante; eso sí, todas están preparadas para formar un alumnado heterogéneo. Cada alumno importa, la escuela es para cada niño y la pedagogía se ajusta a las necesidades de cada uno y no al
revés.
Hay un procedimiento de detección temprana de desórdenes de aprendizaje, de desventajas y de “lagunas”. Como los profesores y directores no tienen permitido “echar” al alumno problema a la calle, la escuela está comprometida a dar asesoría de regularización a alumnos con problemas en determinada materia, con maestros especializados. Todos los estudiantes tienen por ley acceso a esta educación especial, con énfasis en lectura, escritura, matemáticas y lenguas extranjeras.
Tal vez acá alguien se pregunte qué se puede hacer con los 150 mil maestros mexicanos que están dedicados a ganar elecciones y a otras comisiones sindicales. Ahí está. |