El Jardinero Celestial
por Juan Ángel Moliterni
El alma a lo largo del año necesita realizar
determinados trabajos en SINCRONIA con las Fuerzas Celestes. Cada signo
astrológico representa una Semilla Estelar a Cultivar.
“Ayúdanos a ser siempre los
esperanzados Jardineros del
espíritu
que saben que sin oscuridad nada
nace,
de la misma forma que sin luz nada
florece”
- May Sarton -
Todo lo que es aparente en el microcosmos es una
réplica en miniatura del macrocosmos. Es como el árbol que se encuentra en
estado latente en la semilla. La semilla y el árbol no son diferentes. Cuando
surge el árbol no son diferentes. Cuando surge el árbol la semilla desaparece,
se vuelve sin forma. Tanto en la forma como en lo sin forma, el principio de Ser
existe como uno y lo mismo. Cuando observamos la semilla, el árbol no es
visible, cuando vemos al árbol, la semilla no es visible. Sin embargo, todo lo
que puede verse en el árbol, las ramas, las hojas, el fruto, son inmanentes en
la semilla. Cuando indagan acerca de la Divinidad inherente en el hombre, pueden
reconocer esta profunda y sagrada realidad.
Mientras el hombre sólo vea con su visión externa,
experimentará sólo lo externo. Cuando el hombre desarrolle la visión interna y
experimente la Divinidad interna, observará el cosmos como un reflejo de lo
Divino. Esto se denomina realización de lo Divino Cósmico. ¿Cuál es la
diferencia entre lo Divino Cósmico y lo Divino interno? No existe diferencia
entre ellos, sin embargo, cuando el individuo la experimenta se describe como lo
Divino Interno. Cuando la experiencia individual se extiende a todo el Universo,
se llama Divino Cósmico.
Así como la semilla llega a su plenitud en el
árbol que entrega sus frutos, deberán encontrar su plenitud en una vida que
tenga un propósito, el de llegar a la perfección a través de la transformación.
Esta transformación entregará los frutos de la paz, la seguridad y el amor.
Examinen cualquier objeto de la naturaleza, observen cualquiera de las cosas, ya
sean vivas o inertes, de la creación. Verán que todas sufren un proceso de
desintegración, de transformación, de transmutación: ¡en ningún momento son lo
que eran en el momento anterior! ¡Es como un río que fluye, en el que no pueden
bañarse en la misma agua más de una vez! Una semilla puesta en la tierra, muy
pronto será algo diferente, será un brote. Rápidamente crecerá para convertirse
en un retoño y después en un árbol con su variedad de tronco, ramas, hojas,
botones, flores y frutos. Cada una de estas manifestaciones tendrá un color
distinto, conseguido, evidentemente, de ninguna parte; tendrá una textura, una
forma, un sabor y un nombre diferente, y también, un propósito y un uso únicos.
La semilla ha desaparecido del suelo, pero se encuentra multiplicada por mil en
formas idénticas, envueltas en cada uno de los miles de frutos. ¡Qué magno
misterio es éste!
El amor es la cualidad Divina en el hombre. Debe
ser mostrado no sólo hacia otros seres humanos, sino también hacia las aves y
las bestias y otros seres vivientes. La verdadera transformación en el hombre
reside en una expansión del amor, gracias a que renuncia a la mezquindad de
miras y desarrolla la amplitud de la mente. Esto causa alegría tanto para el
individuo como para la sociedad. Por esta vía, la naturaleza humana es sublimada
en Divinidad.
El ser humano es como una semilla y así como la
semilla produce un brote que se desarrolla hasta convertirse en un árbol,
también el hombre debe desarrollarse para llegar a alcanzar la perfección. Para
alcanzar esta meta, el hombre deberá llegar a dominar dos campos de
conocimiento. El primero es el del conocimiento del mundo, es decir, el
conocimiento que se refiere al universo manifestado. El segundo es el
conocimiento del otro mundo. El primero es el que proporciona los medios para
vivir, el segundo entrega el objetivo de la vida. Los medios para vivir son las
cosas destinadas a satisfacer nuestras necesidades cotidianas. Uno deberá
adquirirlas y almacenarlas o adquirirlas en el momento en que se requieran. El
conocimiento de la meta de la vida, por su parte, encierra la investigación y el
inquirir en interrogantes como: ¿Para qué fines debemos vivir? ¿Qué es lo que
soy exactamente, qué es este “yo” mío particular? El inquirir permanentemente en
este sentido llega, finalmente, a revelarnos la meta.
El hombre actual ha renunciado a la Rectitud y
la Liberación y vive en el Deseo. Para el que es suficientemente necio como para
dormir sobre las ramas de un árbol, no será extraño que llegue a caerse algún
día. El Deseo viene a ser algo como dormir entre las ramas del Árbol de la Vida,
en tanto que la Rectitud representa sus raíces mismas. Lo adecuado y lo correcto
para el hombre sería que dependiera de las raíces del Árbol de la Vida, y pasar
así su tiempo. Mas el hombre ha desechado las bases mismas de lo que podría
depender y confía en cambio en lo que depende de esta base.
No sigan imaginando simplemente que harán esto o
aquello y que van a alcanzar esto o aquello, como para ir agotándose por el
resto de sus vidas. No pueden plantar las semillas en un sitio y esperar que el
árbol brote en otro lugar. No pueden plantar un tipo de semilla y esperar que
brote un árbol diferente que no corresponda a ella. Sea cual fuere el nivel de
vuestra inteligencia, habrán de continuar trabajando con los pensamientos
puestos en el Señor. El resultado de todo buen trabajo no podrá ser sino bueno.
En este mundo, son nuestras propias acciones las responsables por todo lo bueno
y lo malo que encontremos.
Sembramos semillas, las proveemos de una buena
tierra, de agua y de abonos. La semilla germina y crece hasta llegar a
convertirse en un árbol frondoso. El hecho de haberla puesto en la tierra no
hará que se convierta en tierra, ni se convertirá en agua por absorberla, ni en
abono por alimentarse de él. De todos ellos sólo asimilará la que la pueda
beneficiar, y se desarrollará hasta llegar a convertirse en lo que es
esencialmente: un inmenso árbol. Debemos aprender de otros aquello que muestren
de positivo. Es mucho lo que pueden aprender de otros. Aprendan sobre el Supremo
y sobre los medios para alcanzarlo, aunque sea desde lo más bajo. Aprendan de
otro sobre cómo realizar una práctica espiritual progresiva y satúrense con
ella. Mas no busquen transformarse en esos otros.
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