Construye tu
destino
Manifiesta tu yo íntimo y realiza tus
aspiraciones
Por
Wayne W. Dyer
¿Cuántas
veces, en un momento de desesperanza o de desconsuelo, te has dicho:
«Necesitaría cambiar, pero soy así y no puedo hacerlo»? Todas esas veces te has
engañado respecto a tu capacidad de actuar sobre tu destino. Porque dentro de ti
tienes el poder para conseguir todo aquello que puedas desear. Para hacerlo, no
tienes más que volcarte en tu interior. Esta obra te enseñará qué tienes que
buscar en él: son sólo nueve principios, nueve pistas que no te convertirán en
alguien nuevo, pero sí que te permitirán aflorar lo mejor que, dormido, tienes
en tu interior. Principios tan sencillos como confiar en ti mismo, reconocerte
en lo que eres y mereces, ser generoso y agradecido, aceptarte como parte de un
todo, lo que hará que tú también seas ese todo. Construye
tu destino no te cambiará la vida. Pero será la indispensable herramienta para que
tú la cambies.
Sexto
principio
Conéctate a la fuente
divina
con un amor
incondicional
EL PROCESO DE LA OBSERVACIÓN
DESVINCULADA
Uno de los grandes ejercicios de meditación que aprendí hace
muchos años supone imaginar que uno se eleva fuera de su propio cuerpo y flota
en el espacio hasta llegar tan lejos que puede observar todo el planeta. Si lo
haces, trata de imaginar cómo es la tierra sin tu presencia en ella. Será una
tarea difícil para tu ego. A continuación, empieza a observar el planeta sin
emitir ningún juicio, negándote a calificar nada de bueno o malo, correcto o
incorrecto. Proponte simplemente observar, permitir y enviar amor incondicional.
Probablemente, te resultará más fácil enviar amor incondicional cuando no estés
ahí para interferir. Es decir, puedes amar incondicionalmente cuando consigas
apartar a tu ego del camino. Esta técnica te ayudará a proyectar amor
incondicional.
Si todo tú te conviertes en amor incondicional, no participarás en
las preocupaciones del ego. Al funcionar desde esta perspectiva, practicas la
desvinculación en un estado de afabilidad, lo que te convierte en un testigo
compasivo hacia todos y todo aquello con lo que entres en contacto. Es algo
mágico poder irradiar esta clase de amor fuera de tu persona. En eso consiste la
resolución de ese gran misterio que es cómo conectarse y conocer a Dios. Es
decir, no de saber lo que es Dios, sino de conocer a Dios.
El proceso de convertirse en un observador desvinculado se produce
en el silencio de la contemplación o la meditación. Busca tiempo para estar a
solas, rodeado de serenidad y entra en este lugar interior de amor. Es en el
silencio donde conocerás verdaderamente la energía divina del amor
incondicional.
La mayoría de los occidentales tenemos grandes dificultades para
soportar prolongados períodos de silencio. Se suelen llenar esos momentos con
música, conversación, radio, televisión y cualquier otra cosa que se pueda
utilizar para evitar el silencio. La nuestra es una cultura ruidosa.
Al intentar meditar y limitarme a observar el silencio, escucho
aspiradoras, cortadoras de césped, podadoras, teléfonos portátiles, sierras y
las numerosas máquinas que remueven la tierra y la arena, que abren zanjas,
limpian, etcétera. Todas esas ruidosas máquinas tienen fuentes de potencia que
contaminan el mundo con su ruido atroz. Se necesita práctica para aprender a
trascender esos sonidos, abstraerse y dejar fuera toda esa contaminación sonora.
El ruidoso mundo seguirá filtrándose hasta tus momentos de tranquilidad, a menos
que puedas alejarte lo suficiente de él para entrar en contacto con la
naturaleza y evitarlo.
Nuestra preocupación por el sonido satisface la necesidad del ego
de escapar de la serenidad y el amor incondicional de la inteligencia divina que
es Dios. Pero puedes convertirte en un observador desvinculado si decides
limitarte a olvidar tu ego y dejar que tu yo superior se haga cargo de todo.
Conviértete en un observador incondicionalmente amoroso, no te limites a ser
alguien que se deja guiar siempre por su ego.
Despréndete de tu inclinación a juzgar y moralizar, y tómate
personalmente todo aquello que observes. Conviértete, simplemente, en alguien
que observa. Te encontrarás entonces alineado con Dios, permitiendo que todo se
solace en tu bienaventurado amor, en lugar de permitir que el ego insista
frenéticamente en que existe una forma superior. Ser piadoso significa expresar
el amor que hay en uno mismo. Es mucho más que estar simplemente cerca de él.
Tienes que formar una unidad con el ser universal de Dios.
QUÉ SIGNIFICA ESTAR EN LA UNICIDAD
Lo que hemos dado en llamar «la voluntad de Dios» no es más que
una invención del hombre para conseguir control sobre los demás. Si estás
convencido de que existe una voluntad de Dios separada de la tuya, te verás
controlado y dominado por quienes afirman conocer la voluntad de Dios. Si
adoptas este sistema de creencias caerás en la trampa de «tu voluntad contra mi
voluntad». Querrás hacer ciertas cosas, pero «la voluntad de Dios» te dictará
otras.
Expresar amor incondicional y participar en la creación de la
propia vida sólo es posible cuando se sabe que Dios no está separado de ti. Tú y
Dios sois uno. En el Nuevo Testamento, Jesús les dice a las multitudes: «Yo he
dicho: dioses sois», y más tarde: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en
aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel queme ha enviado»
(Juan, 10, 34; 12, 44).
Estar en un estado de unicidad significa saber que el amor
incondicional que tiene Dios por toda la creación es también el amor
incondicional que puede haber en ti si así lo decides. Tu libre albedrío es la
libertad para abrazar cualquier pensamiento que desees. Ese libre albedrío es el
don que te ha dado Dios. Utilízalo con un espíritu de amor sobre el que no se
imponga ninguna condición.
El amor que tiene Dios por ti es incondicional. En ese amor que te
concede el creador divino no hay restricción o censura alguna. Dispones de la
más completa libertad para hacer lo que quieras, pues tu voluntad y la voluntad
de Dios son una misma cosa. Tienes libertad para elegir tus pensamientos dentro
de este gran esquema de amor incondicional.
Si tú y el amor de Dios por ti sois una misma cosa, formas parte
de una unidad incondicional. Si impones restricciones a ese amor, o si lo basas
en tus juicios y aversiones, lo conviertes en un amor condicionado y te alejas
de la posibilidad de participar en el acto de la creación con Dios. Entras
entonces en conflicto con la esencia divina que es Dios, debido a la imposición
de condiciones sobre tu capacidad para amar.
Supongamos que Dios decidiera retirar su amor incondicional, tanto
por ti como por el mundo e impusiera en vez de eso ciertas condiciones. En esa
clase de mundo, la gente tendría que funcionar sin la libertad de pensamiento y
de expresión. Todo el cosmos se colapsaría en un instante.
La vida fluye con la libertad del amor incondicional. Esa es la
esencia misma de la vida. Ninguna divinidad exige que uno piense de una
determinada manera si no quiere verse maldecido o destruido. En nuestro mundo,
tenemos libertad incondicional para que nuestros pensamientos sean lo que
queramos que sean. Esa es la manera que tiene Dios de expresar su amor por ti,
es el don que te ha concedido el creador, expresado a través de tu
individualidad. Elimina esa libertad y dejarás de ser humano. Se pierde la
propia humanidad cuando se pierde el amor incondicional que nos permite pensar
lo que queramos.
Supongamos que puedes funcionar de la misma forma
incondicionalmente amorosa, mediante el simple procedimiento de no emitir
juicios. ¿Qué ocurre si no tienes odio y sólo extiendes hacia los demás la
libertad para elegir? Experimentarás lo que se denomina «unicidad». Tu voluntad
y la voluntad de Dios no entrarán en conflicto.
Los conflictos que experimentas proceden del ego. Tu ego es la
idea que tienes de ti mismo como separado de Dios y de todas las creaciones de
Dios. El ego necesita que le recuerden su superioridad sobre los demás. Así es
como se crea el conflicto. Pero no tienes por qué participar en esta estupidez.
Tu yo superior sólo desea paz y es amor incondicional.
Utiliza este amor para el propósito de la cocreación. Cada
momento que creas al irradiar pensamientos incondicionalmente amorosos es un
reflejo del mismo amor que fue el responsable de tu creación. Crear (o
manifestar) es el acto de extraer amor incondicional desde dentro de uno mismo,
para darle una forma que llamamos el mundo de lo concreto. En este sentido,
pues, el amor incondicional puede concebirse como el poder para participar en el
acto de la cocreación.
Este es un
Servicio del Centro Escuela Claridad (www.escuelaclaridad.com.ar)
a través de su Red Unión Global de Luz. Boletín editado y distribuido por Juan
Angel Moliterni (claridad@argentina.com).
Alentamos a todos a redistribuir, sin fines de lucro, por vía electrónica,
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