Construye tu
destino
Manifiesta tu yo íntimo y realiza tus
aspiraciones
Por
Wayne W. Dyer
¿Cuántas
veces, en un momento de desesperanza o de desconsuelo, te has dicho:
«Necesitaría cambiar, pero soy así y no puedo hacerlo»? Todas esas veces te has
engañado respecto a tu capacidad de actuar sobre tu destino. Porque dentro de ti
tienes el poder para conseguir todo aquello que puedas desear. Para hacerlo, no
tienes más que volcarte en tu interior. Esta obra te enseñará qué tienes que
buscar en él: son sólo nueve principios, nueve pistas que no te convertirán en
alguien nuevo, pero sí que te permitirán aflorar lo mejor que, dormido, tienes
en tu interior. Principios tan sencillos como confiar en ti mismo, reconocerte
en lo que eres y mereces, ser generoso y agradecido, aceptarte como parte de un
todo, lo que hará que tú también seas ese todo. Construye
tu destino no te cambiará la vida. Pero será la indispensable herramienta para que
tú la cambies.
Noveno principio
Abraza tus
manifestaciones
con gratitud y generosidad
GENEROSIDAD Y SERVICIO: EL PASO FINAL EN LA
MANIFESTACIÓN
La extensión natural de sentirse agradecido es
el desarrollo de un corazón generoso. La generosidad perfecta es la voluntad
para dar de uno mismo y de todo aquello que ha manifestado sin esperar nada a
cambio. Quizá te parezca paradójico que la fase final de la manifestación del
deseo de tu corazón sea el compartir generosamente lo que has recibido y alejar
tu atención de lo que has pedido que se manifieste. No obstante, si revisas
todos los principios de la manifestación espiritual, te darás cuenta de que esto
es consecuente con lo que hemos dicho hasta ahora.
La manifestación supone conectar con el
espíritu universal, que es infinito y abundante en su variedad. No se trata de
ver las propias necesidades, sino más bien de sentirse completo con esa
abundancia radiante. No se trata de anhelar y pedir. Se trata de expresar un
amor incondicional y de atraer ese amor abundante a tu vida individual. Mientras
estés en tu cuerpo físico, tendrás deseos. No tienes por qué avergonzarte por
ello o no sentirte espiritual. Tu cuerpo y las necesidades físicas de tu ser
material pueden ser satisfechos con dones abundantes, y lo serán siempre y
cuando sigas estos nueve principios y no permitas que tu ego vuelva a hacerse
con el control de tu vida.
Al sentir la presencia de esa abundancia, tu
sensación de gratitud te empujará en la dirección de la generosidad. Es en la
expresión de tu generosidad donde te sentirás más conectado con el amor
incondicional del espíritu universal. Cuanto más sientas el deseo de compartir
incondicionalmente lo que recibes, tanto más experimentarás el flujo de ello en
tu vida.
GENEROSIDAD Y AUPOLIBERACIÓN
La generosidad es útil para tu propia
liberación en la medida en que te enseña la cualidad interior del
desprendimiento. Desprenderte y liberarte de las cosas a las que te sientes más
apegado es la mejor manera de liberarte de tu ego. La necesidad de aferrarte a
las cosas y al dinero que recibes surge a partir de la sensación de estar
incompleto. La práctica de la generosidad te alinea con tu sentido del amor y de
plenitud.
La generosidad que te da liberarte de tu ego
se extiende mucho más allá de compartir simplemente tus posesiones materiales.
La generosidad significa ofrecer amabilidad, cuidado, amor y nutrición allí
donde se necesiten. Además, el espíritu de la generosidad puede relacionarse, y
en último término se relaciona con la forma que tenemos de tratarnos a nosotros
mismos. Si tienes un corazón generoso al que no le angustia dar, te tratarás a
ti mismo de forma amorosa, y te nutrirás sin ningún sentido de
culpabilidad.
Si eres capaz de dar libremente, en un acto
incondicional de amor, sin expectativas, experimentas lo que considero como una
libertad total. Renuncias a aferrarte a tu ego engreído, que te anima a creer en
la limitación y en la competencia. Esta capacidad para dar sin condiciones
supone también un reconocimiento de que aquello que se ha manifestado en tu vida
procede de una oferta infinita y de que no puedes experimentar nunca una
conciencia de escasez porque sabes que formas parte de esa oferta
infinita.
DAR Y RECIBIR: LA FORMA EN QUE FUNCIONA EL
UNIVERSO
Cada vez que inspiras y espiras, participas en
un proceso de dar y recibir que es vital para el mundo material y espiritual.
Con cada inhalación absorbes el oxígeno y el nitrógeno que necesitas para
existir, y con cada exhalación devuelves el anhídrido carbónico del que se nutre
todo el mundo de las plantas. El ciclo de dar y recibir generosamente es
exactamente el mismo que el acto de respirar.
Mira a tu alrededor y observa que todo en
nuestro universo es resultado de dar y recibir. Toda la cadena alimenticia
representa dar y tomar vida, para luego volver a dar en un ciclo infinito de
manifestación material. Los gusanos que comen los pájaros, los excrementos de
estos, la comida que es el pájaro, el reciclado de la carne del pájaro y así
sucesivamente.
Todo eso tiene que producirse aquí, en este
universo. No es algo que salga y luego vuelva a entrar. Se trata, simplemente,
de un proceso de dar y recibir diferentes formas de energía. El hierro de tu
corriente sanguínea forma parte de la infinita oferta de hierro que regresará de
otra forma una vez que tú hayas abandonado el mundo físico, quizá en las alas de
un murciélago. Tú aportas tu propia oferta de hierro y tomas lo mismo. Dar y
recibir es una función natural de la vida.
El flujo natural de dar y recibir puede
detenerse con la tacañería y la acumulación. El proceso funciona de la misma
forma a nivel espiritual. Tú envías amor y afabilidad, que te son devueltos
multiplicados por diez. El viejo dicho: «Según hagas, así te harán»
es algo más que un sentencioso consejo. Es un hecho del universo, a todos los
niveles de la conciencia. En realidad, en eso consiste precisamente la
manifestación.
Tú envías energía amorosa para conectarte con aquello que
deseas y ésta se te devuelve. Es una acción de dar y recibir. No obstante,
puedes interferir en esta progresión natural del dar y recibir al aferrarte
egoístamente a lo que se manifieste en tu mundo material y detener el flujo de
energía que aporta abundancia. Esta conciencia de escasez es obra del ego, que
siempre se siente incompleto porque está convencido de hallarse separado de
Dios.
CULTIVA UNA ACTITUD DE
GENEROSIDAD
He aquí unas pocas
sugerencias para poner generosidad en tu práctica de la manifestación y mantener
el flujo natural de dar y recibir que mueve tu vida.
• Reconoce en primer lugar
que esta es una forma de ser que se puede desarrollar. Quizá estés convencido de
que dar es imposible porque tienes demasiado poco para ti mismo. Si no eres
generoso cuando serlo es difícil, no lo serás tampoco cuando te resulte fácil.
La generosidad es una función del corazón, no de la cartera.
Puedes dar de ti mismo,
compartirlo poco que tienes con aquellos que están más necesitados, puedes dar
el diezmo a quienes te aportan alimento espiritual sin pedir nada a cambio. Un
corazón generoso es aquel que no impone limitaciones a su capacidad para ser
generoso con los demás, y que no lo hace por la recompensa o el reconocimiento.
Puedes cultivar esta actitud de generosidad y practicarla enviando amor y
afabilidad con tanta frecuencia como te sea posible. En último término, se
contagiará a otros y te conducirá a una mayor manifestación de los deseos de tu
corazón.
• Piensa en la multitud de
cosas que haces cada día por otros, incluidos los animales y el entorno del que
formas parte, y considéralas como formas de practicar la generosidad. Hablar con
un vecino solitario, alimentar a un gato callejero, abrir una puerta, pagar
anónimamente el peaje del coche que viene detrás de ti, recoger a tus hijos del
colegio, pasar la aspiradora por la alfombra, llenar el depósito de gasolina del
coche para tu esposa o lo que se te ocurra en los miles de acciones que realizas
cada día. Recuerda que practicas la generosidad, en lugar de sentirte ignorado o
poco apreciado.
Y, lo más importante,
recuerda que dar sin expectativa de reconocimiento es verdaderamente la obra de
tu yo superior. El ego necesita y exige que se le rindan honores con la mayor
frecuencia posible, acompañado además de una gran fanfarria. Procura mantener en
la intimidad tus actos de generosidad, sin fanfarronear acerca de tu gran
espíritu generoso.
Sé consciente de la
resistencia interior que surge dentro de ti cuando sientes el impulso de dar. Tu
temor a no tener suficiente para ti mismo y tu familia, tus dudas acerca de si
los otros están verdaderamente necesitados, tu timidez o azoramiento, el hecho
de que los otros no lo aprecien debidamente o de que quizá no hagan sino pedir
más, son impulsos que debes respetar como válidos. Todas estas dudas y temores
deberían ser examinadas sin prejuicios. Representan una parte de tu respuesta
condicionada a la generosidad.
Al dar porque uno tiene un
espíritu generoso y para extender amor, y no por ninguna otra razón, se
desvanecen todas esas dudas. A mí se me critica a menudo cuando doy dinero en la
calle a un evidente drogadicto. Cuando me dicen: «Con ese dinero sólo van a
comprar más droga», mi respuesta es: «Lo que hagan con el dinero no tiene nada
que ver con el motivo por el que se lo he dado. Este ser humano que se conecta
con otro en un espíritu de amor, puede ser el acto de afabilidad y generosidad
que le acerque un poco más a Dios, donde tiene lugar la curación
genuina».
• Propónte practicar la
generosidad durante determinados períodos, particularmente para ayudar a
otros.
A veces observo a mi hijo
más pequeño jugando al fútbol él solo, dándole patadas a la pelota y deseando
que alguien jugara con él. Entonces me recuerdo a mí mismo la necesidad de
olvidarme de los millones de cosas que tengo que hacer, mi estado de fatiga, mi
deseo de ver un vídeo o lo que sea, y dedico las próximas horas a compartir
simplemente mi tiempo con él. No lo hago porque sea magnánimo, sino porque es
una oportunidad para ser generoso con mi tiempo y con mi amor. También me
proporciona la gloriosa oportunidad de hacer algo que realmente me encanta, que
es estar con mi muchacho, al que amo tiernamente.
Practica la virtud de
recibir. Acepta la ayuda cuando otros te la ofrecen. Permite que otros hagan
algo por ti, sin sentirte en una situación embarazosa ni tener la sensación de
que tu independencia se ve amenazada. Recuerda que dar y recibir constituyen el
intercambio natural de la energía del universo. Esa es la fuente misma de tu
práctica de la manifestación.
Al rechazar la ayuda que se
te ofrece, interrumpes el flujo natural de energía, del mismo modo que cuando
rechazas el dar. Practica y di: «Gracias, aprecio mucho tu ayuda», aun cuando tu
ego te diga: «Realmente, no la necesito». Recibir forma parte de la práctica
espiritual de la manifestación, y de ti depende permitir que eso se produzca en
tu vida, con gratitud y amor.
Descúbrete a ti mismo en el
momento en que experimentes ingratitud y utiliza ese momento para practicar tu
nueva generosidad. Una vez que percibas la escasez, tu inclinación inmediata
será la de acumular, pero dedicarte a acumular no hace sino ampliar los efectos
de tus sentimientos de tacañería y temor.
Esto puede suponer algo tan
sencillo como dar una propina mayor de la esperada, o puede implicar el expresar
amor o un cumplido a aquellos ante quienes practicas tu comportamiento de
escasez. En esos momentos, déjate guiar por tu yo superior, que desea
experimentar gozo y paz y manifiestes un poco de generosidad. Recuerda que un
espíritu generoso infunde alegría y fortaleza a la mente. Así es precisamente
como te sentirás cuando hayas superado la respuesta condicionada que te induce a
la acumulación y la tacañería.
• Practica dar un poco más
de lo que creas que puedes dar, y un poco más de lo que te resulte cómodo. Sé
algo más paciente con un niño, dale a tu cónyuge un abrazo apasionado más
prolongado que el abrazo superficial al que está acostumbrado, dale un poco más
de dinero de lo habitual a la camarera que te atendió durante tu estancia en el
hotel.
Procura ir más allá de tu
límite de generosidad, con la plena seguridad de que eso no va a causar ninguna
dificultad en tu vida. Sabe también que eso te proporcionará un sentido de
realización espiritual que te hará sentirte más cerca de Dios, y que te pondrá
realmente en contacto con tu yo superior.
Puedes intentar también ser
un poco más generoso de lo habitual contigo mismo. Pide ese plato del menú que
cuesta un poco más, o concédete unos pocos días extra de vacaciones, o permítete
el lujo de que te apliquen un masaje corporal o facial
relajantes .
Este es un Servicio del Centro Escuela Claridad (www.escuelaclaridad.com.ar)
a través de su Red Unión Global de Luz. Boletín editado y distribuido por Juan
Angel Moliterni (claridad@argentina.com).
Alentamos a todos a redistribuir, sin fines de lucro, por vía electrónica,
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