La
vida es muy sencilla. Hasta los árboles la están
viviendo; debe de ser sencilla. No puede ser muy
complicada; incluso las aves, las rocas y los
ríos la están viviendo. ¿Por qué se ha vuelto
tan complicada para el hombre? Porque el hombre
puede teorizar sobre
ella.
Para estar en el centro de
la vida, en su intensidad y pasión, deberéis
desprenderos de toda filosofía sobre la vida. De
lo contrario, permaneceréis oscurecidos en
vuestras palabras.
¿Conocéis la famosa
anécdota sobre un ciempiés que caminaba… Era una
mañana soleada y hermosa, y el ciempiés se
sentía feliz y debía estar cantando desde lo más
hondo de su corazón. Marchaba, casi ebrio, con
el aire de la mañana.
Una rana sentada a un
costado se hallaba muy desconcertada... debía
ser filósofa. Exclamó: «¡Hermano! ¡Aguarda!
Realizas un milagro. ¡Cien pies! ¿Cómo lo
consigues? ¿Qué pie va primero, cuál segundo,
tercero... y así hasta llegar a los cien? ¿No te
desconciertas? ¿Cómo lo logras? A mí me parece
imposible».
El ciempiés respondió:
«Nunca lo había pensado. Deja que lo
analice». Y allí de pie, comenzó a temblar
y cayó al suelo. Él mismo se desconcertó...
¡cien pies! ¿Cómo se puede
conseguir?
La
filosofía paraliza a las personas. Quedáis
paralizados por vuestras filosofías. La vida no
requiere ninguna filosofía, la vida es
suficiente en sí misma. No necesita ninguna
muleta, ni apoyo, ni sostén. Es suficiente en sí
misma.