Amar, amar y
amar...
Estamos enfrentando uno de los retos más grandes de nuestra historia; el
calentamiento global y su posible secuela de destrucción y muerte. Por primera
vez y de forma global, la Naturaleza, nos llama la atención y nos
hace mirar con ojo crítico nuestro estilo de vida, causante del
calentamiento global. Ya no hay dudas, somos los protagonistas de este drama y
los únicos que lo podemos revertir.
El calentamiento global trae consigo
alteraciones del clima. Inundaciones en partes del planeta y sequía en otras. Y
el temido aumento del nivel de los mares que inundaría las tierras costeras.
Como consecuencia, plagas y enfermedades.
¿La causa? El aumento en
la concentración de los gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono,
los CFC, el metano CH4, etc. que son emitidos por nuestro mundo moderno en
grandes cantidades. La luz solar penetra desde el espacio exterior, choca contra
la superficie de la Tierra, se convierte en calor y luego es irradiada de
regreso hacia el espacio exterior, pero una parte del calor no puede regresar
por los gases que producen el invernadero. Debido a este fenómeno de regulación
natural tenemos en la tierra un clima propicio para la vida. Pero cuando este
fenómeno se ve alterado por el exceso en la emisión de estos gases, calienta
“demasiado” y produce lo que llamamos calentamiento global. En pocos años, los
seres humanos han aumentado el efecto invernadero natural por incremento en
la emisión de gases relacionados con la quema de combustibles fósiles: carbono,
petróleo y gas natural, además de la liberación de carbono por la deforestación
de grandes áreas boscosas. El contenido de dióxido de carbono en la atmósfera ha
aumentado en un 31% en los últimos siglos. La quema de combustible fósil, la
deforestación, la ganadería, los cultivos de arroz y la disposición de la basura
se cuentan entre los causantes de este grave problema.
Yo añadiría una causa más, la falta de
amor por la Tierra, nuestra Madre. La falta de reconocerla como un ser vivo y
tratarla como si fuera una cosa que se puede poseer y controlar. La hemos
enfermado y ahora toca sanarla. Su enfermedad es el reflejo de la enfermedad de
nuestra civilización que ha puesto los valores materialistas por encima de los
valores humanos.
La Naturaleza es la gran Maestra de este
sistema en el que vivimos. Ella nos enseña, sin palabras, la sabiduría necesaria
para la vida; es la gran metáfora que la Inteligencia Cósmica nos ofrece para
develar el lado oculto de la vida. Sus ríos, mares, montañas guardan grandes
secretos que tienen el poder de transformar al humano siempre que éste pueda
leer en su libro abierto. En sus dimensiones más sutiles la Naturaleza está
poblada por innumerables criaturas que son la vida oculta detrás de toda su
expresión material. El ser humano está destinado a reconocer esta vida y
trabajar con ella para juntos establecer el Plan de nuestro Señor para este
amado planeta.
Si bien estamos ante una situación
mundial de guerras y conflictos, la emergencia ecológica puede ser más letal que
todas las guerras. Las palabras de Joseph Stiglitz, economista
de la Universidad de Columbia, premio Nóbel de Economía, en su artículo
“El cambio climático es peor que cualquier guerra”
nos dan mucha luz y una posible
solución.
...“Para un economista, el problema resulta
evidente: los contaminadores no
están pagando el costo completo del daño que causan. Los países avanzados
podrían no querer causar daño alguno a Bangladesh y las islas que desaparecerán,
pero ninguna guerra podría ser más devastadora. Se podría abordar
este problema a escala mundial con un impuesto acordado
globalmente, lo que no significa un aumento en la fiscalidad total, sino
simplemente una sustitución en cada uno de los países de los impuestos actuales
por un impuesto a la contaminación
(por dióxido de carbono). Tiene mucho más sentido gravar lo dañino, como
la contaminación, que lo positivo, como el ahorro y el trabajo.
“… Se ha
dicho que Exxon ha estado financiando supuestos grupos de expertos para
socavar la confianza en los datos científicos sobre el calentamiento del
planeta, del mismo modo que la industria tabaquera financió
"investigaciones" para poner en entredicho la validez de las conclusiones
estadísticas que mostraban la vinculación entre tabaco y cáncer.
La buena
noticia es que hay muchas formas en las que mayores incentivos podrían
reducir las emisiones. En parte, eliminando las miríadas de subvenciones
de los usos ineficientes. En los Estados Unidos se subvenciona el etanol
procedente del maíz y se grava el procedente del azúcar; ocultos en el
régimen impositivo hay miles de millones de dólares de subvenciones a las
industrias del petróleo y del gas.
Lo más
importante es que las señales representadas por los precios que muestran los
verdaderos costos sociales de la energía procedente de los combustibles fósiles
fomentarán la innovación y la conservación. Pequeños cambios en los
hábitos, al reproducirlos centenares de millones de personas, pueden
entrañar una diferencia enorme. Por ejemplo, el simple cambio del color de
los tejados en los climas cálidos para que reflejen la luz del sol o la
plantación de árboles en torno a las casas puede propiciar
importantes ahorros de energía usada para el aire acondicionado.
Sólo
tenemos un planeta y debemos conservarlo como un tesoro. El calentamiento del
planeta es un riesgo que no podemos permitirnos el lujo de seguir
desconociendo.”
¿Qué podemos hacer nosotros? Aunque
las decisiones de los estados son fundamentales para frenar el cambio climático,
también hay cosas que están en nuestras manos:
Utilizar
menos nuestro auto y más el transporte colectivo, la bicicleta o simplemente
caminar a pie. No malgastar ningún tipo de energía, esto es, apagar las luces,
la radio, la TV, cuando no los estés usando; apagar la computadora (no
simplemente ponerla a dormir, ellas no duermen, se mantienen prendidas), darse
duchas cortas y usar poco agua caliente. Regular el termostato del aire
acondicionado y la calefacción. Reciclar vidrios, plástico y papel. Sembrar un
árbol y cuidar los que tienes cerca.
También
podemos trabajar tomando conciencia que la naturaleza es un ser viviente y
unidos a las criaturas que la pueblan, que no deben estar muy contentas con la
conducta humana, buscar una alianza para trabajar por el bien común. Lo primero
es demostrarle nuestro amor. Sí, amar, amar y amar la naturaleza y sus
criaturas. El Maestro Mikhael Aivanhov aconsejaba acercarse a un árbol,
abrazarlo, besarlo y decirle “Te encargo que le digas a todos los árboles del
bosque que los amo, saluda a cada uno de mi parte, bésales de mi
parte”. De esta manera creamos lazos de amor para, de
alguna forma, reparar el daño que hemos ocasionado a la naturaleza por el estilo
de vida de la civilización a la cual pertenecemos. Lo mismo con el mar, las
montañas, los valles. En la mañana, saluda a las criaturas del viento, de las
nubes, de las plantas. Envíales tu amor. Dales tu amor y por amor busca cooperar
con las medidas señaladas para proteger el medio ambiente y disminuir el
calentamiento global.
Envía luz a las mentes de todos aquellos que tienen en sus manos las
decisiones más importantes en relación a este dilema humano e imagina un mundo
que pudo superar el reto más grande de su historia: poner los valores de la vida
por encima de los valores materialistas. Y así juntos sobrevivir esta crisis
para dejarles a nuestros hijos un planeta tan bello como el que hemos tenido
nosotros.
Desde la
siempre primaveral y bella Caracas,
con el
amor de siempre,
Carmen
Santiago
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