Hacer
suposiciones no es otra cosa que buscar un drama cuando
no existe ninguno. Y si el drama está teniendo lugar en
la historia de otra persona ¿qué pasa? No se trata de
nuestra historia; es la historia de otra
persona.
Sé consciente de
que casi todo lo que te dices a ti mismo es una
suposición. Si eres padre, sabes lo fácil que resulta
hacer suposiciones sobre tus hijos. Puedes imaginar una
infinidad de cosas y creas un drama entero de
posibilidades en tu cabeza. Diez minutos más tarde tu
hija llega a casa luciendo una gran sonrisa. Cuando
llega la verdad y todas las mentiras se disipan,
comprendes que sencillamente te estabas torturando por
nada. No hagas suposiciones.
Si no tomarte
nada personalmente te proporciona inmunidad en la
interacción con otras personas, no hacer suposiciones te
proporciona inmunidad en la interacción contigo mismo,
con tu voz del conocimiento, o con lo que llamamos
pensar.
Las suposiciones
se crean todas en el pensamiento. Pensamos demasiado y
el pensamiento nos conduce a las suposiciones. Sólo
pensar: “¿Y si...?”, puede generar un gran drama en
nuestra vida. Todos los seres humanos podemos pensar
mucho y el pensamiento trae consigo el miedo. No tenemos
ningún control sobre todo ese pensamiento, sobre todos
esos símbolos que distorsionamos en nuestra
cabeza.
Los seres
humanos tenemos la necesidad de explicarlo y
justificarlo todo; necesitamos el conocimiento y hacemos
suposiciones para satisfacer nuestra necesidad de saber.
No nos importa si el conocimiento es verdad o
no.
Hay muchas cosas
que la mente no puede explicar. Cuando recuperamos toda
la energía que habíamos puesto en hacer suposiciones,
podemos utilizarla para crear un nuevo sueño: nuestro
cielo
personal. |